La encrucijada catalana

Confianza en diferido

Un mecanismo de control parlamentario como la cuestión de confianza no puede servir de táctica dilatoria para enfriar una situación comprometida

FRANCESC VALLÈS

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En nuestro sistema parlamentario el Gobierno debe contar siempre con la confianza parlamentaria porque la investidura del presidente no proviene directamente de las urnas, sino que se elige en dos fases: en una primera los ciudadanos elegimos a los diputados que conforman el Parlamento y, una vez constituido, son estos quienes eligen al presidente en función de las mayorías parlamentarias que consigan articularse. Por eso el Gobierno siempre debe contar con la confianza del Parlamento: porque su legitimidad es indirecta, no proviene directamente de la ciudadanía, pues no le han votado en unas elecciones presidenciales. Así, cuando esta confianza se rompe, el Gobierno cae.

Pero también es cierto que el sistema prevé, en aras a garantizar la estabilidad política, que una vez investido presidente esa confianza se mantiene a menos que, de forma expresa, se demuestre lo contrario. Para ello hay dos mecanismos, uno activado a iniciativa del Parlamento, que puede interponer una moción de censura y, otro, activado por el propio presidente, que puede presentar una cuestión de confianza ante la Cámara.

La cuestión de confianza sirve pues para testar y confirmar el grado de apoyo del que goza el Gobierno por parte del mismo Parlamento que le invistió, pero no puede utilizarse como táctica dilatoria para enfriar una situación política comprometida (como la pérdida de unos presupuestos) o, simplemente, para ganar tiempo para poder templar ánimos y limar asperezas entre los partidos que apoyan al Gobierno. Para eso no hace falta anunciar una cuestión de confianza a tres meses vista. Hay suficientes mecanismos de negociación, de interlocución, de aproximación, de persuasión y hasta de diplomacia interna, para resolver esas contradicciones.

DOSIS DE GRANDILOCUENCIA Y SOLEMNIDAD

Por eso el anuncio de una cuestión de confianza para septiembre parece más bien una ocurrencia, adornada de las necesarias dosis de grandilocuencia y de solemnidad institucional para salir al paso de una situación política más que comprometida. Una patada hacia adelante en el tiempo que demuestra muy poco sentido institucional. La confianza del Parlamento se tiene o no se tiene. Y la cuestión de confianza se plantea para saber si todavía se tiene o ya no, pero no para saber si se tendrá. Todo lo demás es una utilización interesada de la institución muy poco respetuosa con su concepción parlamentaria.

Porque con la improvisación y las prisas del anuncio de la presentación en diferido de esa cuestión, hasta se le ha olvidado al 'president'que aunque la competencia para plantearla es suya, se precisa de un requisito formal previo: la deliberación en el Consell Executiu. Esta formalidad prevista en la ley es un mecanismo de enfriamiento de la decisión para evitar que se produzcan decisiones precipitadas, y exige al 'presidentque consulte con los miembros de su Govern la oportunidad de su presentación, los posibles riesgos y sus consecuencias. Una deliberación cuyo resultado no es vinculante, pero sí que es preceptiva.

CONFUSIÓN TOTAL DE LA SEPARACIÓN DE PODERES

En este caso, no solo es que no se haya producido esa deliberación, sino que su anuncio se hace en el Parlament y ante los diputados de su grupo y no en el Govern y ante los 'consellers', en una confusión total de la separación de poderes y del debido respeto al sistema de relaciones entre Ejecutivo y Legislativo. Anunciada ahora y en sede parlamentaria, esa deliberación, cuando se produzca, se acercará más a una teatralización que al debido respeto al procedimiento. Y ya se sabe que las formas son contenidos.

Y por si eso fuera poco, hay otro elemento que contribuye a desvirtuar la naturaleza institucional del anuncio: en el mes de septiembre se celebra el debate de política general en el Parlament. Un debate que da lugar a la presentación de una multitud de resoluciones y que, presumiblemente, conllevaría la conformación de múltiples alianzas y de una disparidad de mayorías que podrían volver a evidenciar la soledad y la debilidad del Govern con la pérdida de numerosas y sonoras votaciones. Con el recurso de la cuestión de confianza el 'president' consigue de una tacada sacarse de encima el debate de política general y liquidarlo todo con una sola votación. A primera vista puede parecer astuto, pero no es más que una cortina de humo para intentar impedir que trascienda lo evidente.