Pequeño observatorio

Con nubes, camino del puerto

El cielo es muy poco interesante si solo es una superficie absolutamente lisa

JOSEP MARIA ESPINÁS

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Este verano me he hecho una pregunta: ¿qué sería del cielo si no hubiera nubes? Una de esas preguntas repentinas y absurdas que se me presentan a veces cuando, alzando los ojos de la máquina de escribir, miro allá vagamente. Y de golpe, no sé por qué, aquello que miro sin verlo me envía un interrogante inesperado.

Estoy escribiendo lo que, con suerte, será un libro en una terraza elevada de un hotel. Con el amplísimo horizonte del golfo de Roses. La respuesta al interrogante sería que el cielo es muy poco interesante si solo es una superficie (aparente) absolutamente lisa. Son las nubes que se mueven las que le dan vida. He olvidado lo que escribía y observo el juego de los recortes de nubes que se dibujan ante el sol que va hacia la puesta. Tiras de nubes que tapan y destapan la redondez del sol. Un sol que, alternativamente, se incendia y se esconde. Cada minuto aquel rincón de cielo es diferente.

El agua del mar, en este atardecer, ya es una gran superficie gris que muy lentamente se va oscureciendo. Y entonces veo una barca, quizá la última, que avanza lentamente hacia el puerto y deja a popa una cinta blanca de espuma, primero alborotada, pero rápidamente pierde fuerza y en la popa de la barca el mar vuelve a ser plano. Como si se hubiera curado el mismo la pequeña herida.

Miro aún, unos segundos, aquel punto donde había esa estela blanca y pienso en los caminos que hemos ido abriendo a lo largo del tiempo y que se van borrando detrás nuestro. Nos abrimos paso, con la proa cara al puerto, y para llegar dejamos atrás una estela de vida que pronto se fundirá en el mar insaciable del tiempo, devorador del pasado.

Pero mientras, estoy aquí, en esta terraza sobre un inmenso panorama de mar donde las barcas navegan lentamente a vela y las lanchas motoras corren tanto como pueden, como en la vida, el placer de la lentitud y el placer de la velocidad. El puerto no rechazará acoger a ningún navegante.