Con el 0-4 empezó todo

DAVID TORRAS / BARCELONA

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"En la reunión con la junta hemos analizado detenidamente la situación deportiva del equipo y les comunico que Rafa Benítez tiene todo nuestro apoyo y toda confianza. Fue el entrenador elegido por su profesionalidad, trayectoria y experiencia y tiene una capacidad demostrada para sacar el máximo rendimiento a esta plantilla, que como todos sabemos sufrió un desgaste paulatino desde enero”.

Lo dijo Florentino Pérez el 23 de noviembre. ¿Del 2014? No, no, del 2015. Hace 42 días, en una comparencia donde puso de vuelta y media a los medios, denunció una campaña contra él (“lo creo yo y lo cree todo el mundo”) y responsabilizó a Ancelotti del declive del equipo. Sí, Ancelotti, el mismo a quien el 12 de marzo (¿Del 2014? No, no del 2015) en una aparición idéntica ratificó en su puesto (“tenemos el mejor entrenador que puede tener el Madrid”) con todo el cariño del mundo. Setenta y cinco días después, en ese mismo salón, el presidente anunció su destitución.

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Acostumbrado a salirse con la suya en el mundo de los negocios, Florentino ha ido perdiendo la aureola de ser superior en el mundo del fútbol si es que alguna vez la tuvo además de para Butragueño y un amplio sector del madridismo. En este negocio le ha salido un enemigo imbatible, un competidor que con él ha vivido los mejores años de su historia y al que, por más que dinero que haya invertido, por más cromos que haya comprado, por más entrenadores que haya despedido, no ha podido derrotar.

Así que el hombre que ese mismo día presumió de tener 1.500 empresas, 210.000 empleados  y 30.000 millones de euros en contratos como prueba de estar acostumbrado a aguantar presiones mucho más serias que la futbolera ha acabado sucumbiendo a las pataletas de quienes a menudo trata en privado de ‘niñatos mimados’. En el fondo, a Florentino se le da mejor resolver ‘castores’, eso sí, con la ayuda de algunos de los que se sientan en el palco, que los asuntos del vestuario.

Esa obsesión le llevó a vender su alma al diablo. El dedo de Mourinho condujo al Madrid por el camino de la perdición. Todavía no ha acabado de salir de ese agujero negro emocional. Ni la décima le ha valido para huir de la envenada herencia que dejó, con la complicidad del presidente. El problema de Florentino no es Benítez, ni Ancelotti, ni la mayoría de la larga lista de nombres que han desfilado por el banquillo, reforzando el poco aprecio que dicen que siente en general por los entrenadores y que empezó con Del Bosque, el primer condenado. El problema de Florentino es el Barça. A Benítez no lo ha echado ahora. A Benítez lo echó el 21 de noviembre, dos días antes de proclamar que no era un problema sino la solución y que tenía toda su confianza. Lo echó en cuanto se acabó el clásico después de escuchar gritos pidiendo su “dimisión” y contemplar el baile del Barça y el marcador. Con el 0-4 empezó todo.