Los jueves, economía

Con confianza, pero con prudencia

El crecimiento del consumo debe dar paso al de la inversión, pero eso todavía no está asegurado

ANTONIO ARGANDOÑA

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Como diría Eugenio, ¿saben aquel de uno que recibe un telegrama que dice: «Empieza a preocuparte. Noticias en breve»? El chiste me gustó en su día, pero ahora lo cuento poco, sobre todo si hay gente muy joven delante, porque hay que empezar explicando qué era un telegrama, cosa que en la época de los e-mails y los tuits no se entiende bien. Y sospecho que muchos no saben quién era Eugenio. En todo caso, me sirve para reflexionar sobre la situación económica actual, en nuestra casa, en Europa y en el mundo en general.

Porque me da la impresión de que esa es la opinión de muchos empresarios, observadores y periodistas. Las cosas no van mal, pero, no sé, tenemos una impresión agridulce… ¿Se podrá mantener ese estado de cosas? Sí, el crecimiento sigue siendo alto, pero, ¿se consolidará la creación de empleo? Porque de ella depende la actitud de las familias y, por tanto, el consumo, que, hoy por hoy, es la variable que empuja nuestro optimismo. Y, ya lo sabemos, no es el motor más adecuado, porque el endeudamiento de las familias sigue siendo alto y los tipos de interés están a niveles muy bajos. El crecimiento del consumo debe dar paso al de la inversión, pero ese paso no está asegurado.

Miren lo que pasa en eso que llamamos «los mercados», principalmente la bolsa, que es el termómetro de las empresas (o eso nos quieren hacer creer). A nivel internacional, los mercados experimentan esa misma sensación de desasosiego. Los expertos dicen que hay «mucho ruido», o sea, los indicadores varían de forma poco coordinada, de manera que no hay manera de saber qué puede pasar. En años buenos, una noticia buena sigue a otra también buena, pero ahora nos llegan informaciones contradictorias. O, al menos, las interpretamos como contradictorias.

Por ejemplo, la Reserva Federal (Fed) decidió hace algunos días que no subiría, por ahora, los tipos de interés. Buena noticia, ¿no? Porque si los tipos son bajos, el crédito fluirá abundante, las expectativas de rendimiento de las inversiones serán altas…

Pero, ¿de verdad es una buena noticia? Vamos a ver: ¿por qué la Fed no ha subido los tipos? ¿Porque teme que esto tenga un impacto demasiado negativo en los países emergentes? ¿Porque sospecha que la debilidad de China es mayor de lo que nos dicen? ¿Porque no se fía de la capacidad de reacción de muchos países? ¡Oh!, entonces los problemas pueden ser mayores de lo que esperamos. Lo del telegrama no es un chiste: empieza a preocuparte; aún no sabes por qué, pero ya te enterarás.

Y esto provoca la volatilidad en los mercados, que no es sino otro nombre para la incertidumbre. Todo puede ir bien… o no. Podemos ganar mucho con la deuda española… o no. Apostar por Brasil, por China o por Turquía puede ser un acierto… o no. No faltan diagnósticos agoreros que dicen que la crisis del 2007-2009 fue la crisis norteamericana, la de las subprime; la del 2011-2012, la de la zona euro, la de la deuda y los bancos (y nosotros tuvimos un gran protagonismo en ella), y que la actual puede ser el tercer acto, el de los países emergentes. Y necesitamos que esos países sigan siendo protagonistas del crecimiento mundial y del nuestro. Porque vivimos en un mundo globalizado, y no tenemos la fortaleza interior que nos permitiría soportar con comodidad una recesión importante en EEUU o en Europa o en los emergentes.

Y lo peor es que lo que cada uno de nosotros podemos hacer para protegernos significa, de algún modo, acelerar el problema. Si se retira la financiación de los países con problemas (incluido el nuestro), los problemas se presentarán, claro. Si no estamos seguros de que la demanda de nuestros productos seguirá sólida, dejaremos de invertir y de contratar nuevos trabajadores, de modo que los problemas también se presentarán en nuestra casa. Si nuestra deuda pública no se reduce, la posibilidad de financiarla se deteriora.

Lo que viene después de todo esto tiene algo de ciencia y no poco de buenos deseos, porque hay motivos para el optimismo, pero no todos apuntan  en esa dirección. De modo que… prudencia. Hay que tener bien controlada la caja -esto es importante en épocas de incertidumbre-. Si tienes un buen proyecto, no lo abandones, pero vigila tu deuda. Busca colaboraciones a tu alrededor: en tu plantilla (son tu capital humano, ¿no?), en tus proveedores y clientes. Mantén una visión de largo plazo. Leía el otro día a un experto financiero que recomendaba mantener posiciones tácticas conservadoras, con mucha liquidez y vigilando las oportunidades. Vale para los mercados, pero también para las empresas. Y paciencia, que no hay mal que cien años dure. Porque, además, nuestros males ahora no son tan graves como hace unos años.