Pequeño observatorio

Compartir mucho más que un trayecto

En el metro, el paisaje somos nosotros y cada vagón es una antología de la humanidad

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Como todos hemos dicho alguna vez, la vida está llena de sorpresas. Buenas, malas y algunas que van mucho más allá de lo que ofrecen las pequeñas sorpresas cotidianas. No hace mucho he vivido una que probablemente será la más imprevisible de mi vida.

Cinco de los trenes de Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya han sido bautizados con nombres de escritores. Mercè Rodoreda, Maria Aurèlia Capmany, Montserrat Roig, Màrius Torres y el mío. Desgraciadamente, estos excelentes escritores y amigos ya no pueden coger el popular metro, porque ya han emprendido otro viaje que solo tiene una parada: la posteridad.

Fui yo, pues, quien tuvo que decir unas palabras con motivo de este singular bautizo. Y dije que en un viaje en metro, al contrario de lo que ocurre con los otros viajes, la trayectoria no es visible. El mundo está allá arriba, encima de nosotros.

El paisaje se ha hecho pequeño, pero extraordinariamente próximo. Tanto, que podemos decir que el paisaje somos nosotros. Los viajeros. El paisaje humano, tan diverso y, al mismo tiempo, estrechamente compartido.

Cada vagón es una antología, una muestra de humanidad. En un vagón, todas las actitudes son posibles. La indiferencia, pero también la cortesía. «Siéntese usted, por favor». Los otros existen. Y existen al alcance de nuestra mirada. Es bonito pensar, y aceptar, que un vagón puede ser un espacio de solidaridad.

En el acto del bautizo tenía que leer un texto, y me traicionó un fragmento de mi último libro: «Conócete a ti mismo... Y yo me pregunto:/ ¿y si lo consigo y no me gusto?/ Siempre he pensado que es más apasionante/ conocer a los otros». Un vagón está lleno de otros. De todos esos otros con los que compartimos, tal vez solo de vez en cuando, quizá toda una vida, algo más importante que un trayecto.