NÓMADAS Y VIAJANTES

Como una aguja en un pajar

RAMÓN LOBO

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Estoy un poco obsesionado por el vuelo 370 de Malaysia Airlines. Leo periódicos, blogs y páginas web en busca de novedades. Visiono vídeos, estudio mapas, escucho ruedas de prensa, leo decenas de opiniones de expertos que ya no saben qué decir. Todas las opciones lógicas y las fantásticas, incluidas las paranormales, han sido tratadas con más o menos fortuna. Estamos ante un misterio cuya resolución se encuentra en una caja negra con 30 días de caducidad; después muere, dificulta la resolución del enigma.

Nos creíamos una civilización ultratecnológica. Las grandes agencias de espionaje son capaces de escuchar una conversación de Angela Merkel en su teléfono móvil pero incapaces de hallar un Boeing 777-200 de 63,7 metros de longitud con 227 pasajeros y 12 tripulantes. Todos los satélites, radares y sistemas de seguridad del avión llevan desde el 8 de marzo buscando una aguja en un pajar. Cuando escribo, China ha encontrado restos a 120 kilómetros  de los que avistó Australia. Son las primeras pistas consistentes a falta de que se puedan recuperar y estudiar. Es pronto para saber qué pasó.

Al ser humano le gustan las certezas. Por eso nuestros antepasados inventaron los mitos y las religiones: para explicar lo inexplicable, calmar la ansiedad y el miedo. La ciencia encuentra respuestas a los enigmas, ofrece explicaciones racionales que a veces tardan siglos en llegar. La ciencia exige más tiempo que los dioses, a los que les basta su santa voluntad. Ellos no necesitan realizar cientos de experimentos y comprobaciones antes de publicar en Science, la biblia de la razón.

La lógica y la experiencia en accidentes sugieren que el avión se estrelló en algún lugar, posiblemente en el mar. Entre decenas de teorías más o menos estrafalarias, me ha llamado la atención la del canadiense Chris Goodfellow, que se define como expiloto. Sostiene en A startlingly simple theory about the missing Malaysia Airlines jet (para quienes quieran googlearlo) la hipótesis más sencilla, tal vez por eso la que parece más sensata: un incendio o un cortocircuito a bordo, una emergencia grave que exigió solucionar el problema antes que comunicarse y que deshabilitó los sistemas electrónicos dejando al avión mudo e invisible para los radares. También afirma que el humo pudo vencer a la tripulación, provocar que el avión volara horas en piloto automático hasta quedarse sin combustible.

Explicaciones amarillas

En los medios de comunicación, sobre todo en las televisiones globales forzadas a llenar horas sin información, han tenido fortuna las explicaciones más amarillas. También en las redes sociales.

La hipótesis terrorista cobró fuerza al descubrirse que dos iranís viajaban en el avión con pasaportes robados. Descartados los jóvenes iranís tras un par de días de revuelo, apareció la teoría del tercer hombre, aparte de los pilotos, que se hizo con el control del aparato y deshabilitó los sistemas para no ser detectado. Se dijo que este terrorista pudo camuflarse a la sombra de otro avión en ruta a Barcelona.

La teoría terrorista llevó a algunos a afirmar que el avión ascendió a 45.000 pies de altura para matar al pasaje por ausencia de oxígeno (en la cabina hay mascarillas).

El expiloto antes mencionado sostiene que esa eventual subida hubiera tenido como objetivo reducir el oxígeno para combatir el fuego.

Una segunda teoría, que no excluye la primera, apuntaba a un suicidio por parte de uno de los pilotos. Incluso se publicó que el copiloto había tenido algún incidente al meter una mujer en la cabina, como el capitán del Costa Concordia. La policía de Malasia ha registrado las viviendas de los pilotos y se ha incautado del simulador de vuelo del capitán Zaharie Ahmad Shah, un hombre con 18.000 horas de vuelo. Se ha situado la sombra de la duda sobre él, como se suele hacer con los maquinistas de los trenes que descarrilan.

Entre tanta especulación, los familiares han abrazado la más inverosímil, que el avión, secuestrado o no, aterrizara en alguna isla índica, que estén todos vivos aunque sea en la condición de rehenes. Desde EEUU surgieron voces que advertían de la posibilidad de que un avión capturado sirviera como misil para estrellarlo contra algún edificio. La memoria del 11-S es imborrable.

Nunca es posible pensar en todo lo impensable; siempre hay lagunas inesperadas en la seguridad aérea. Estoy convencido de que sea cual sea la razón, habrá cambios. El principal, asegurarse de que un avión no pueda quedarse mudo e invisible para los radares sea por motivos terroristas, un fallo eléctrico o un incendio. El drama mayor es el de las familias. No hay peor muerto que un desaparecido. Impide el duelo, intentar vivir.