Mi hermosa lavandería

Cómo mirar a un hombre con metralleta

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ISABEL COIXET

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París, Le Marais, rue du Temple. Diluvia. Me acerco a paso rápido al Museo de Arte y de Historia del Judaísmo. Quiero ver una exposición de una fotógrafa cuya obra ha sido descubierta no hace mucho: Lore Krüger. En la puerta del museo, dos hombres vestidos de soldado portan sendas metralletas. En la acera de enfrente, hay otro soldado con su correspondiente metralleta. Paso dentro del recinto del museo, esquivando la mirada de estos hombres. ¿Qué hay que hacer en estos casos? ¿Sonreír? ¿No sonreír? ¿Mirar a los ojos? ¿Hacer como que no los ves? Desde los últimos atentados, el barrio está lleno de soldados: cualquier cosa puede pasar en cualquier momento. Sobre todo en este lugar donde se guardan libros y reliquias sagradas. Hay dos controles más antes de entrar al museo. Hay más seguridad aquí que en la Casa Blanca y, tal como está el mundo, igual hay más peligro.

La peripecia vital de Lore empieza en Magdeburgo (Alemania) en 1914. Tiene 19 años cuando Hitler sube al poder y sus padres, huyendo del nazismo, se instalan en Mallorca. Allí y en París, en los cursos de Florence Henri, Lore descubre su pasión por la fotografía. De 1933 a 1939, fotografía pescadores, sacerdotes, fiestas populares, y también desarrolla otro tipo de fotografía más sofisticada y compleja, influida por los surrealistas y la Bauhaus. En agosto de 1936, fotografía los cadáveres de un ataque franquista a tropas republicanas, una experiencia que marcó su vida: los negativos se perdieron en uno de sus numerosos traslados. En sus memorias habla de ese hecho como quizá el más doloroso que le tocó vivir. En 1936, recibió el encargo de hacer un reportaje sobre la peregrinación de los gitanos en Saintes-Maries-de-la-mer, donde realizó fotos excepcionales de los peregrinos.

Después de Mallorca, como tantos otros artistas e intelectuales judíos, estuvo en un campo de trabajo en Gurs, consiguió huir a Inglaterra, de allí a la isla de la Trinidad, a Nueva York. Esos años de judía perseguida y el nacimiento de su hijo minaron su salud y no volvió a tomar fotografías. Como le sucedió a la fotógrafa Lee Miller, su obra permaneció escondida en una maleta en un desván, hasta su rescate años después. En el caso de Lore Krüger, fueron dos investigadoras berlinesas las que en el 2008 descubrieron su trabajo y prepararon una muestra de su obra, que ella, fallecida en el 2009, ya no pudo ver. 

A la salida, sigue lloviendo y el soldado de la puerta lleva un impermeable que no impide que él y la metralleta se empapen. "Au revoir", le digo. Me sonríe. "Au revoir".