La clave

Como humo se va

BERNAT GASULLA

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L'Hospitalet, finales de los 70, principios de los 80. No hace falta decir mucho más. Todo era una risa en una ciudad que a duras penas olvidaba la especulación franquista. Un descerebrado ji, ji, ja, ja. Un coqueteo con lo prohibido (muchas veces ilegal). Insisto, mucha risa. Pero era muy serio, como supimos no muchos años después, cuando el humo se había ido.

Interior de un Simca 1.000 a la salida de un centro educativo. Encima del salpicadero, un ejemplar de la Biblia de la Biblioteca de Acción Católica (BAC). «Son las mejores hojas para liar porros. Mejor que el papel de fumar». Ji, ji, ja, ja. Era la misma risa que cuando un compañero nos confesaba (¿sería mejor decir se jactaba?) de que cultivaba marihuana en macetas en el balcón de su casa, en el corazón del barrio de Can Serra. O la misma carcajada que saltaba cuando alguien explicaba cómo mejorar la picadura del tabaco con pieles de plátano debidamente secadas.

La irrupción, tolerancia, expansión y posterior descontrol que ha experimentado Barcelona con los clubs cannábicos han desencadenado la contundente respuesta del Ayuntamiento, que ha ordenado el cierre de medio centenar. La secuencia recuerda a la de hace más de 30 años en las calles de muchos barrios metropolitanos. Tras varios escarceos, nos hemos dado cuenta de que esto no es un asunto de broma.

Un marco legal

El debate completo, público y sin tapujos sobre la legalización de las drogas (y los clubs cannábicos son solo un aspecto de esta realidad) no permite más demoras. No es un capricho de porretas trasnochados, pese a lo cual las administraciones siempre consideran más urgente afrontar cualquier otro problema.

Los motivos que han justificado el cierre de los establecimientos no son discutibles. Sí lo es que ayuntamiento y Generalitat, pese a la evidencia de que al amparo del autoconsumo protegido por la ley muchos clubs eran supermercados del porro, hayan demorado una y otra vez la norma para regular el sector. Demasiado complicado.

Es curioso. Prostitución, drogas... prácticas antiguas a las que no se ha sabido dar aún un marco legal. Y lo que se tardará.