IDEAS

Cómo encajar el cese

Don McLean volvió a ser noticia tras ser acusado de violencia doméstica

RAMÓN DE ESPAÑA

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 Don McLean fue noticia no hace mucho, cuando el manuscrito de su único éxito musical, 'American pie' (una canción tan buena que hasta sobrevivió a la versión de Madonna), se vendió en una subasta por más de un millón de dólares. Ahora vuelve a serlo, pero por motivos menos agradables: la policía lo detuvo hace unos días en su casa de Camden, Maine, por violencia doméstica, y lo dejó en libertad tras ponerle una fianza de 10000 pavos. Para acabarlo de arreglar, su esposa de los últimos treinta años, Patrisha, ha pedido y obtenido una orden de alejamiento contra el cantante, que no ha podido evitar aparecer en la prensa sosteniendo un número y adoptando esa cara de delincuente que se le pone a todo el mundo cuando lo detienen (con el agravante de una cortinilla capilar en la frente, a lo Donald Trump, que no le favorece nada).

 McLean ha dicho que no es ningún monstruo, que está metido en una separación muy dolorosa y que, por favor, no se le juzgue a la ligera. Su mujer asegura que le montó una bronca de cuatro horas en la que llegó a temer por su seguridad, y que al hombre se le fue la mano en alguna ocasión. Si eso es cierto, no seré yo quien le disculpe, pero tampoco creo que estemos ante un monstruo, sino ante un tipo de 70 años que ve cómo se desmorona su vida y reacciona de la peor manera posible. Tanto si eres famoso como si no, encajar dignamente el cese sentimental no resulta nada fácil.

 Básicamente, hay dos maneras de hacerlo: la estoica (muy recomendable) y la histérica (tal vez más humana, pero inútil y contraproducente). Las mujeres suelen tener mucha paciencia con nosotros, pero cuando se les acaba no hay vuelta atrás; yo aconsejo empezar a hacer las maletas en cuanto notes que te miran mal o que tus chistes no hacen la menor gracia, aunque puede que siempre me haya excedido en lo de no oponer la menor resistencia. Pero es que la alternativa pasional es peor: si te lanzas a gritar, insultar, suplicar o amenazar –no necesariamente en ese orden-, solo conseguirás que te pierdan el poco respeto que aún te tienen y que te detesten más. Alguien debería habérselo dicho al señor McLean antes de que las cosas se desmadraran, los tabloides publicaran el infame retrato de la cortinilla capilar y el juez le soplara 10000 de sus mejores dólares.