Como el rayo

IOSU DE LA TORRE

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El colega Barril era de los que te hacían sufrir y disfrutar a partes iguales. Me lo recordaban ayer algunos de los jóvenes periodistas que, en los lejanos 90, le veían entrar en el estudio de Ràdio Barcelona diez minutos después del pitido que anunciaba el informativo de las dos de la tarde. 

Barril entraba a y cuarto en la desconexión local, más ancho que largo, relajado, sonriente, para desesperación de quienes le aguardaban. En esa cuenta atrás de no más de cinco minutos era capaz de redactar un folio donde condensaba las impresiones de la noticia principal de ese mediodía. Un billete de opinión radiofónico, tan bien leído como redactado a velocidad cósmica, donde la reflexión se apoyaba en la cita literaria y la moraleja para invitar a reflexionar al oyente. En el periódico nos sucedía algo parecido. La magia de Barril al límite del cierre del 'Dominical' teniendo en vilo a los compañeros de la rotativa y bramando a nosotros, sus supuestos jefes. La capacidad de improvisar bordando los textos era única. Este gran 'tintinólogo' era el Lucky Luke al teclado, escribía más rápido que su sombra.

Si abriéramos una tertulia en torno a las virtudes y los defectos del escritor, periodista y bon vivant, nos sumergiríamos en un maratón inagotable. Prefiero recordarlo avanzando por la pasarela que conducía a la sección de Opinión en los tiempos de Martínez Ibáñez, en los que aún se le permitía fumar puros en la redacción, chocando nuestras barrigas antes de descorchar una botella de cava. También lo escucho en los amaneceres de Gabilondo, con eco de cabina telefónica, dando sermones para divorciadas. Y vuelvo a verlo saliendo tras una bacanal del Passadís del Pep, donde tanto le quieren.