Los jueves, economía

Cómo cambiar el modelo español

Hay que modificar los incentivos para que varíen las decisiones de todo el conjunto de la sociedad

ANTONIO ARGANDOÑA

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Me parece que era Einstein quien decía: «Si buscas resultados distintos, no hagas siempre las mismas cosas». Digo esto porque no estoy muy seguro de que estemos camino de cambiar el modelo económico español, como tantas veces hemos prometido y augurado en los últimos años.

Pero, primero, ¿qué es eso del modelo económico español? No es nuestro sistema económico, que es un capitalismo aguado, bastante intervenido, que da poca importancia a la competencia y mucha al amiguismo y a la política. Cuando hablamos de «cambiar el modelo económico», queremos decir no volver al modelo que primaba el ladrillo y, quizá, también el turismo.

El ladrillo no es malo, y el turismo tampoco. Lo malo es el piñón fijo: eso hizo desafortunado el modelo económico español. Me parece que no fue una decisión consciente de ninguna autoridad o grupo político o económico. Fue la consecuencia de las circunstancias: abundancia de crédito, tipos de interés bajos, facilidades para endeudarse, bancos ávidos de cuota de mercado, oportunidades de ganar mucho dinero en poco tiempo, ventajas fiscales para comprar viviendas, promociones al rebufo de un turismo creciente que venía de nuestras ventajas tradicionales -sol, playa y buen ambiente-, y de ocasionales, como conflictos políticos en países competidores.

La gente reacciona a los incentivos, decimos los economistas. Si quieres que la gente cambie sus conductas, cambia sus incentivos; los buenos consejos se agradecen, pero no suelen dar resultados, si no hay detrás toda una sociedad que anima u obliga a cumplir los consejos. Por tanto, hay que cambiar incentivos. Y aquí hay tarea para todos.

Para los gobiernos. Que dejen de utilizar el inmobiliario como oficina de recaudación extraordinaria. Sí, ya sé que ahora no lo es, pero la tentación sigue ahí: todos sabemos que una buena urbanización a las afueras del pueblo es una fuente maravillosa de ingresos para el ayuntamiento.

Que usen el presupuesto (ingresos y gastos, los dos) para orientar la actividad. Orientar, no imponer. No apostar por sectores concretos: es probable que se equivoquen. Y también que se dejen llevar por el poder de sectores ya establecidos. La tentación es muy grande, porque son los que ahora pagan (y el que paga, manda) y los que ahora crean empleo (y ahora necesitamos puestos de trabajo).

Para las empresas, sobre todo para las asociaciones empresariales. De nuevo, atención al poder de los que ya están: hay que dejar la puerta abierta a los nuevos, sobre todo a la hora de pedir a los gobiernos un marco favorable para los nuevos negocios. En el ámbito de las empresas es importante que haya dirigentes con visión de conjunto, que piensen, claro, en sus empresas, pero también en su zona geográfica (promoviendo clusters, por ejemplo), en la riqueza del tejido empresarial de su zona (desde talleres de reparación de lo que sea hasta compañías de seguros, consultores, auditores y otros muchos servicios a empresas)… Todos ganamos cuando a nuestro alrededor hay muchas empresas de todos los sectores, innovadoras, con ganas… También empresas competidoras nuestras, claro: un restaurante aislado en una calle tiene cierto monopolio de un mercado reducido; un grupo de restaurantes en una calle la convierten en atracción para toda la ciudad… Pueblerinos, abstenerse, por favor.

Para los sindicatos, que están necesitando que algún sindicalista innovador los reinvente. El mundo está cambiando, y podemos agarrarnos a los privilegios de un contrato indefinido con altos costes de despido… mientras dure. O podemos apostar por un nuevo sindicato, agresivo pero cooperativo, capaz de atender a los intereses de todos los trabajadores, no solo de sus afiliados de siempre.

Para las universidades, porque el nuevo modelo no saldrá sin nuevo capital humano. También las universidades españolas necesitan redefinirse. Para las escuelas e institutos, porque no podemos cambiar el modelo económico a base de estudiantes fracasados, sin los conocimientos necesarios para hacer frente a nuevas necesidades.

Para los políticos, a ver si son capaces de dejar de pensar en su sillón. Para los medios, a ver si aprenden a jalear lo que vale la pena, no lo que gana lectores. Para los ciudadanos, que debemos tener una visión más amplia a la hora de votar.

Bueno, ya se ve que el cambio de modelo no aparecerá en el BOE, ni en ninguno de los 17 boletines autonómicos (demasiados, ¿no?). Será el resultado de las decisiones de unos cuantos millones de ciudadanos. Y, no lo olvidemos, empezará cambiando los incentivos. «La gente, al final, hace aquello para lo que le pagan», decía un famoso profesor de Harvard. ¿Qué estamos fomentando en nuestra sociedad?