ANÁLISIS

Cómo aspirar a más

MANEL LUCAS

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Como una creación culinaria de vanguardia --no necesariamente lograda-- combinando sabores extremos que se suceden uno tras otro en la boca: así es el Espanyol. No solo ahora, no solo este año; siempre, al menos desde que yo tengo uso --oficial-- de la razón. Las ilusiones y los golpes de realidad andan a la par. Como soy de la corriente optimista del periquitismo, me mantienen vivo las primeras, y con las segundas espero que pasen rápido e intento que no me condicionen (si el equipo pincha, cambio de tema más pronto que tarde: no me suele apetecer alimentar el disgusto escuchando resúmenes o tertulias).

Esta temporada, estando en la franja amable del abanico de posibilidades blanquiazules, también ha sido un ir y venir de estados de ánimo. Es más, los últimos seis o siete partidos nos han zarandeado emocionalmente como una bolita solitaria en un bombo de lotería: cabreo tras el encuentro del Elche, ilusión contra el Villarreal o el Athletic, bajón con el Levante, alegría contra el Granada y este domingo, de nuevo, un regusto amargo (me salto conscientemente el derbi, es asunto distinto). Otra vez parece que Europa se aleja, pero nadie asegura que la próxima semana no podamos excitarnos de nuevo si los resultados favorecen al equipo.

En realidad, siendo razonables, deberíamos considerar que lo más positivo de todo es que a estas alturas aún no se haya descartado matemáticamente la participación europea. Con una plantilla de circunstancias --tan de circunstancias como cada año desde, al menos, el 2007-- y un entrenador al que, de tan nuevo, algunos querían devolver antes de que caducara la garantía, un análisis en perspectiva tiene que ser forzosamente alegre. Por eso, cuando hablamos con gente ajena al club, lo que nos comentan en general es algo que se parece mucho a "oye, el Espanyol, este año, muy bien, ¿no?".

¿Debemos aspirar a más? Por supuesto, siempre he creído que es un lastre que cada año el objetivo principal sea conservar la categoría. Estoy convencido de que esta idea condiciona la mentalidad con la que fichan y juegan los futbolistas del equipo. Y los entrenadores. Por eso en temporadas anteriores, llegar a los 42 puntos ha significado automáticamente una bajada de rendimiento enorme. Que este año no haya sido así, creo intuir, tiene que ver con la presencia de algunos elementos especialmente motivados, y seguro que uno de ellos es el entrenador Sergio González. Periquito convencido, le ha de apetecer sinceramente ver al equipo respetado y triunfante. Como a cualquier futbolista que haya surgido de la cantera. Que reflexionen los que deben fichar de ahora en adelante, y calibren el valor de la motivación extra profesional: Sergio es la prueba.