Aunque no lo pidan

RICARD RUIZ GARZÓN

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De pronto, veo un 'youtube' que realmente merece ser viral (https://youtu.be/zYPQacEQcMo). Pertenece a la campaña #AunqueNoLoPidan de la plataforma de lectura infantil y juvenil Boolino y presenta a varios niños deseando regalos. Ninguna de sus peticiones es un libro, pero todas pueden, deben, merecen serlo. Para ello, junto a la campaña, los responsables de Boolino Sven Huber y Cristina Puig ofrecen entre otros las Book Box, cajas por franjas de edades que se preparan añadiendo a los títulos material y actividades que conviertan la lectura en experiencia. Pensando que es una gran idea, ojeo su web y elijo una caja para mi sobrino (¡Aarón, no leas esto!): 'El pirata Malapata', de Margarita del Mazo y Guridi (Jaguar). A los tres días, llega la caja. En ella, además del libro, hay cartulina, tizas, goma eva e instrucciones con las que hacer banderas, monedas del cofre del tesoro y hasta un concurso de vocabulario corsario. No sé mi sobrino, pero a la espera de su reacción, yo ya he empezado a disfrutar.

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Mientras elijo otros libros para regalar -uno es monotemático-, advierto la cadena de posibilidades que hará que un niño de Torroella acabe estas fiestas jugando a piratas frente a las Medes: de entrada, la comunidad BookMachine, que lleva más de dos años organizando encuentros para amantes del libro -editores, blogueros, diseñadores- y que, de la mano en Barcelona de Maria Cardona, congrega cada trimestre a un centenar de personas para fomentar el intercambio en el sector. Como intermediaria, la librería Laie, aglutinadora de tantas actividades como esta que uno empieza a plantearse la opción de alquilarles una cama. Y para el colofón, el tan a menudo denostado internet y sus exploradores, que hasta a los devotos del papel les permiten conocer vídeos, proyectos, personas, libros y regalos como los mencionados.

A veces, en tiempos tan duros para el mundo del libro, hay que reconocer que hay gente que trabaja bien o muy bien, con entusiasmo y profesionalidad. Y que a esa gente, hasta los escépticos congénitos debemos regalarles el aplauso, cuando es merecido. Aunque no lo pidan.

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