Faber & Roig

Marina Espasa.

Marina Espasa. / periodico

JAUME SUBIRANA

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¿Qué quiere la Administración pública de nosotros, simples administrados? Confianza y obediencia (y algo de entusiasmo cada cuatro años). La obediencia se legisla, pero la confianza... ¿Debemos creer, por ejemplo, al Ministerio de Fomento cuando promete inversiones que nunca se cumplen, a cada 'conseller' que dice que tiene un Plan de eso a lo que se dedica, a inversiones millonarias en aplicaciones digitales que sabemos que se descartarán con el final de la legislatura?

Por esto reconforta conocer con pocos meses de diferencia dos iniciativas en las que se le da la vuelta a la tortilla y la Administración pública confía en los particulares. Este otoño, en Olot, abrió la Faber Residency, una residencia de artes, ciencias y humanidades a la que se invita a escritores y artistas en el sentido más amplio del término para estancias cortas de trabajo y convivencia. Están detrás el Ayuntamiento de Olot y la paciencia y el enturiasmo de un escritor, Francesc Serés, que además de ser uno de los mejores prosistas actuales tiene la tenacidad de la tierra seca. Más recientmente, el programa Barcelona Ciutat de la Literatura de la Unesco acaba de anunciar la primera convocatoria de las becas Montserrat Roig para autores que escriban sobre la ciudad, abiertas a cualquier género y lengua. La promotora de la iniciativa y responsable del programa es en este caso Marina Espasa.

He subrayado que por una vez (bueno, dos) la Administración confia en la gente, y no al revés, porque esta no suele ser la tendencia. Pero las cosas no hacen por sí solas: Espasa y Serés son dos escritores (conocen la soledad del corredor de fondo, el frío de las liquidaciones), los dos están también ahora desdoblados en gestores, y servirían de contramodelo del responsable público hinchado de egomanía e interés personal. Quizá sea lo que necesitamos: por un lado una Administración que invita y confía, y por el otro más ciudadanos con biografía real y billete de ida y vuelta pensando e impulsando proyectos públicos, implicados desde la fe y la independencia. Como hacía Montserrat Roig, por cierto.