IDEAS
Literatura de playa
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
JORDI PUNTÍ
Probablemente es tan solo una cuestión de estadística, pero hace unos días, paseando por una playa de la Costa Dorada, avisté cuatro veraneantes que leían el mismo libro: grueso, cubierta negra, título corto. Parecía un anuncio, y fue fácil adivinar que se trataba de 'Patria', el éxito de Fernando Aramburu (Tusquets). Con la certeza, sin embargo, llegó también la estupefacción: ¿es 'Patria' una novela para la playa? De entrada, las relaciones entre dos familias vascas con el trasfondo del conflicto con ETA no casan muy bien con el olor a crema solar. Pero a lo mejor los lectores de este tipo de libros con sustancia, que exigen retentiva de nombres, encuentran en ellos el contrapunto ideal para la evasión: en un entorno relajado, una ficción exigente que te mantenga en estado de alerta y sin excursiones mentales -como la vida misma-. O quizás es todo lo contrario: 'Patria' es un disfraz, la coartada intelectual que te permite estar 'à la page' y al mismo tiempo dedicarte al noble arte de observar a los otros bañistas mientras vas pasando páginas al tuntún.
Cuatro veraneantes que avisté leían el mismo libro: 'Patria', el éxito de Fernando Aramburu
En el fondo se trata de saber cuál es el mejor libro para leer bajo una sombrilla, siempre a punto de recibir el golpe de una pelota mal jugada. Una opción es buscar el contraste de temperatura y optar por una novela bajo cero: algo como un crimen de autor nórdico, tipo Henning Mankell, o uno de esos juegos entre memoria y paisaje (nevado) que suele proponer Per Petterson. Si se quiere utilizar el mar cercano como atmósfera, entonces sirven las novelas de Joseph Conrad, o incluso su 'Memoria personal' (Alba), en el que el autor recuerda sus primeras experiencias en el mar.
Los requisitos de la literatura de playa son insondables. Hace años, en un artículo recogido en el volumen 'Estiu tot l’any', Anton M. Espadaler llegó a la conclusión de que la autora ideal para el ritmo playero era Françoise Sagan y en especial su 'Bonjour, tristesse'. El secreto estaba en la medida de los capítulos, tan cortos que terminan cuando el sol empieza a molestar y es el momento de remojarse. Chapoteo y vuelta a empezar. Una virtud, mira por donde, que también tienen los capítulos de 'Patria'.
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