Dos miradas

Colau y las urnas

Un pacto de conveniencia puede convertirse en un acto de antropofagia del fuerte hacia el que se ha subordinado a su menú particular

Ada Colau y Carles Puigdemont, este sábado, en la concentración en apoyo a los alcaldes investigados por el 1-O.

Ada Colau y Carles Puigdemont, este sábado, en la concentración en apoyo a los alcaldes investigados por el 1-O. / periodico

EMMA RIVEROLA

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Ada Colau ha conseguido su triple salto mortal más difícil. Adoptar la misma posición que los alcaldes que se niegan a abrir los locales municipales al referéndum y, a la vez, dar la bienvenida a los alcaldes investigados por la Fiscalía. Reconoce el 1-O solo como una movilización contra el PP, aunque los impulsores de la iniciativa lo enmarcan en una hoja de ruta muy concreta: si gana el sí, se activa la ley de transitoriedad y se abre el proceso de redacción y aprobación de la Constitución de la República catalana.

Es cierto, en Catalunya sabemos que las hojas de ruta tienen la costumbre de extraviarse. También sabemos que, a pesar de nuestra autoensalzada tradición pactista, tenemos cierta pulsión por traicionar los pactos o hacerlos a traición (recordemos el recorte del Estatut que pactaron Zapatero y un Mas en la oposición).

Si entre los 'comuns' y ERC hubo un pacto de salón (esos que dice aborrecer la nueva política) de participación a cambio de no agresión, ambos ganaron algo. Unos, tranquilidad a corto plazo. Otros, poder esgrimir que el referéndum no es solo una fiesta de independentistas. Un pacto positivo si Colau consigue tender puentes, pero ruinoso para su formación si un sí arrollador pisa el acelerador. Así, un pacto de conveniencia puede convertirse en un acto de antropofagia del fuerte hacia el que se ha subordinado a su menú particular. Al PP se le derrota en las urnas. En las de verdad.