Editorial

Cobrar por debajo del salario mínimo

La consolidación de sueldos muy escasos es un elemento pernicioso para que el consumo y la economía mejoren en España

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Mientras los indicadores macroeconómicos que esgrime el Gobierno (en funciones) señalan que la economía española mejora, las cifras a ras de suelo siguen siendo muy distintas. Un detallado informe de UGT basado en estadísticas de la Administración aporta datos que no hacen sino cuantificar lo que la inmensa mayoría de ciudadanos saben por experiencia propia o muy cercana, o pueden intuir a poco que observen con un poco de atención la realidad circundante. La cifra más demoledora es que el 35% de los asalariados -es decir, 5,9 millones- cobran por debajo del salario mínimo interprofesional, fijado en 655 euros. Las personas que trabajan con esta muy baja remuneración han aumentado en 220.000 en los cuatro años transcurridos desde la aprobación de la reforma laboral. Un dato que es inseparable de otros dos: en ese cuatrienio, los salarios reales han sufrido una merma de 7,3 puntos, y el 93% de los contratos del 2015 fueron temporales, con una duración media de 53 días.

A la vista de esto, no es exagerado que UGT concluya que la población en riesgo de pobreza en España se eleva ya al 30%, con una muy especial incidencia en los jóvenes. Quienes ingresan en el mundo adulto y aspiran a la lógica autonomía personal ven hoy como un desiderátum, por falta de un empleo sólido, un objetivo tan elemental como alquilar o comprar una vivienda. Por no hablar de expectativas vitales como formar una familia y tener hijos. Una frustrante limitación de horizontes razonables que empobrece al conjunto de la sociedad y ahonda la división entre ricos y pobres que certifican los estudios sociológicos. Y conviene recordar que el deterioro de las clases medias implica un grave riesgo para la cohesión social y abona el terreno para soluciones mágicas.

En asépticos términos técnicos de país, el tránsito de España por la crisis ha sido algo más soportable por la devaluación de los salarios como factor de competitividad. Pero los expertos de uno y otro signo avisan de que esa estrategia no sirve indefinidamente, so pena de cronificar la retracción del consumo y el aletargamiento de la actividad económica. El modelo salarial -y laboral- español no es el que los ciudadanos merecen. En la mano de quienes estas semanas negocian para alcanzar una mayoría de gobierno está empezar a cambiarlo en bien de la mayoría.