La clave

Ciudadanos, a diestra y siniestra

Es lógico que el pragmatismo se imponga a la grandilocuencia. Pero mejor no presentar los intereses partidistas como ideales regeneracionistas

ENRIC HERNÀNDEZ

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Susana Díaz logrará mañana, por fin, ser investida presidenta andaluza, más de cuatro meses después de haber roto su pacto con IU y adelantado las elecciones con el noble propósito de garantizar la «estabilidad parlamentaria» de la Junta. El acuerdo de la baronesa socialista con Ciudadanos no comporta, sin embargo, ningún pacto estable de legislatura; solo el apoyo del partido naranja en la sesión de investidura. La ansiada gobernabilidad deberá ganársela Díaz votación a votación. Rotos los puentes con Podemos, la líder del PSOE andaluz ha sustituido los 12 votos en mano de IU por los 9 volando de Ciudadanos. Ella sabrá, mejor que nadie, si ha hecho o no un buen negocio.

¿Y el partido de Albert Rivera? ¿El acuerdo con Díaz le permite adelantar puestos en la pole position de las generales de otoño o lo deja allí donde estaba tras la cosecha electoral del 24-M, meritoria pero más frugal que la vaticinada por la demoscopia mediática y mediatizante?

Todo sigue igual

«Hemos sumado al PSOE a la carrera contra la corrupción», proclama ufana una portavoz de Ciudadanos. Hace solo un mes, Rivera condicionaba el pacto andaluz a la dimisión como diputado de Manuel Chaves, investigado por el caso de los ERE. Pero ahora a C's le basta con que Díaz pida el acta parlamentaria al expresidente andaluz cuando el Supremo confirme su imputación, la entregue o no. Incluso la presidenta de la Junta había ido más allá: «Cualquier imputado tendrá que dejar su escaño.»

Y es que no es la regeneración, sino la equidistancia, la guía de las alianzas poselectorales de Ciudadanos. Con la mirada más fija en las generales que en el reparto del poder territorial, Rivera rehúye tanto el papel de muleta útil del PP como el de salvavidas del PSOE ante Podemos. De ahí que en Andalucía pacte a siniestra y en Madrid a diestra, a sabiendas de que la buena imagen de la popular Cristina Cifuentes le pasará menor factura que un hipotético entendimiento con Esperanza Aguirre.

Es tan lógico como previsible que el pragmatismo se imponga a la grandilocuencia. Pero mejor no presentar los intereses partidistas como ideales regeneracionistas.