Tribuna

La ciudad de los derechos

Tenemos la oportunidad de que Barcelona vuelva a brillar como referente internacional de solidaridad y justicia

ADA COLAU

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Hoy hace cien días nos constituimos como nuevo gobierno de la ciudad de Barcelona. Estos tres meses han sido especialmente intensos: tuvimos que sumergirnos en la dinámica institucional, a la vez que impulsábamos nuestro programa; romper con la parálisis en que se encontraba la ciudad y sanar las heridas que la crisis había infligido en nuestro tejido social y urbano. Difícilmente este proceso podría haber avanzado sin la colaboración de los trabajadores municipales que nos han acompañado. A todos ellos, nuestro agradecimiento.

Nuestras prioridades estaban claras, teníamos que virar el rumbo para poner las instituciones al servicio de las personas, ofreciendo soluciones inmediatas para aquellos sectores más castigados por la crisis; reactivar la economía desde bases más sólidas que las de antaño -optando por un modelo diversificado, sostenible y cooperativo-; y generar una nueva agenda que apostase por reconstruir la confianza de la ciudadanía en lo público al incorporarla como protagonista del cambio. En definitiva, construir una ciudad que acoja, cuide y empodere a sus ciudadanos.

El qué y el cómo

Para ello era necesario cambiar no solo el qué de las políticas, sino también el cómo, y lo hemos hecho a través de la incorporación de mecanismos de participación y transparencia como la limitación de sueldos y mandatos, la publicación de las agendas o el acceso público a los nombramientos, currículos y sueldos de los cargos municipales.

En este camino para construir una ciudad de derechos, la lucha contra la desigualdad ha constituido nuestra primera prioridad. Era necesario dar respuesta inmediata a las situaciones de emergencia habitacional, malnutrición infantil y pobreza que agrietaban nuestra comunidad. Para ello, estamos negociando con las entidades bancarias para que cedan sus pisos vacíos, hemos ampliado las ayudas al alquiler, las becas comedor, los planes de ocupación o las ayudas a la infancia. Quizá la medida más importante haya sido la modificación presupuestaria para liberar 96 millones de euros que se destinarán mayoritariamente a aumentar el gasto social y la dotación de equipamientos, sin que eso  suponga un desajuste de las arcas municipales.

Políticas contracíclicas

Sin embargo, las respuestas de emergencia social serían insuficientes sin unas políticas contracíclicas que permitan una recuperación económica sostenida en el tiempo. Para ello, hemos desarrollado un conjunto de medidas orientadas a impulsar un crecimiento sostenible: desde el desbloqueo de los grandes proyectos de ciudad como los accesos ferroviarios al puerto, la estación de la Sagrera, la finalización de la estación de Sant Andreu Comtal o la conexión del tranvía, hasta las medidas dirigidas a impulsar el comercio de proximidad en los barrios periféricos que corrían el riesgo de caer en una desertización comercial. Cuidar la ciudad es también cuidar su metabolismo urbano.

La energía y el agua

Asimismo, se han iniciado los estudios para desarrollar un operador energético municipal, que nos ofrecerá energía más económica apostando por las renovables, y avanzamos hacia la municipalización del agua, para abaratar su coste y devolverle su carácter de bien público. También hemos optado por desarrollar una gobernanza responsable del turismo que permita regular el sector y evitar el surgimiento de una nueva burbuja especulativa, cuyos efectos en el sector inmobiliario son desgraciadamente conocidos. Desde el gobierno municipal mantenemos el compromiso con el desarrollo de Barcelona como polo turístico internacional, pero promoviendo su desconcentración territorial con el fin de evitar la creación de monocultivos y cuidar por igual a turistas y vecinos, así como a los trabajadores del sector.

Por último, hemos impulsado una nueva agenda urbana centrada en la sostenibilidad de la vida y el cuidado. Y como sabemos que solos no podemos, hemos empezado a trabajar con otros municipios para generar una red contra la violencia machista a fin de erradicar esta lacra que ya ha asesinado a más de 71 mujeres este año, así como una red de ciudades refugio para acoger a las miles de personas que huyen de las guerras de África y Oriente Próximo.

Allí donde los estados están fracasando, las ciudades tienen el potencial para sobreponerse a la adversidad y generar redes de protección y cuidado. Las nuevas formas de liderazgo urbano ya no descansan en estrategias de márketing, sino en la defensa de valores que sirven para construir una nueva agenda urbana, colaborativa, solidaria, que pone la vida de las personas en el centro.

La historia nos enseña que frente a los retos colectivos Barcelona saca lo mejor de sí misma para reinventarse. Tenemos la oportunidad de que esta ciudad vuelva a brillar con luz propia, no solo como referente internacional en creación e innovación sino también en solidaridad, justicia y defensa de los derechos humanos. Que la ciudad de los prodigios sea, ante todo, la ciudad de los derechos.