Editorial

Ciudad conectada, ciudad inteligente

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Uno de los principales activos de las llamadas smart cities (ciudades inteligentes) es su capacidad de conexión en red, tanto en lo que se refiere a la logística de la propia Administración y sus acciones hacia los contribuyentes como a la posibilidad que tienen ciudadanos y visitantes de acceder de manera gratuita (o con una pequeña tasa) al wifi público. En este sentido, Barcelona, que se presenta como una ciudad puntera en el uso de nuevas tecnologías, ocupa un lugar destacado entre las más conectadas de Europa, aunque alejada todavía de los 3.000 puntos de acceso de Roma. La capital catalana ofrece en la actualidad 700 hotspots (puntos operativos), aunque existe un plan -ahora en suspenso- para llegar a 2.400.

Una de las mayores dificultades para que la conexión global de la ciudad sea del todo eficiente se debe a la legislación vigente en España, que, además de obligar al registro de la estructura municipal como operadora y de promover un servicio sostenible, limita la velocidad de descarga -un detalle en absoluto menospreciable- a una magnitud cien veces menor que una ADSL doméstica, con lo que, si bien se facilita la conexión, en muchas ocasiones la navegabilidad deja de tener sentido. En cuanto a los transportes, Barcelona tiene campo por recorrer. El usuario puede conectarse en determinadas estaciones de los FGC y del metro, mientras que Renfe prepara un plan piloto, el tranvía está en un período de pruebas y en el aeropuerto de El Prat sí existe la posibilidad de un wifi gratuito. En los trayectos en tren, metro o autobús, las deficiencias son más notables.

El servicio (su gratuidad y la demanda de mayores prestaciones) es cada vez más una necesidad de la población, que ya accede con más asiduidad a la red a través del wifi ciudadano y las conexiones 3G o 4G (con teléfonos y tabletas) que desde casa con ordenadores fijos. Y, por supuesto, es una necesidad de los turistas, que suman más de 7 millones al año. Pero para evitar la saturación del límite de datos, y teniendo en cuenta el atasco en muchas wifis públicas, la solución se halla bien en el pago por una mayor velocidad o en el recurso a cafeterías y comercios. En la coyuntura que vive Barcelona, las perspectivas son excelentes para avanzar en el propósito de consolidarse tecnológicamente y para reforzar su presencia entre las ciudades más destacadas del siglo XXI.