La convivencia en las grandes urbes

Ciudad compleja, ciudad segura

Lo más fácil es buscar un culpable: el otro, el nuevo, el gorrón o quien vive del cuento o de su cuerpo

JOAN SUBIRATS

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Las ciudades siguen atrayendo población. Son lugares en que se apiña la gente, buscando oportunidades, diversidad, alternativas, vida. Más autonomía personal y anonimato que en comunidades cerradas y estrechas. Lazos menos fuertes que en entornos en los que todos se conocen, pero al mismo tiempo más libertad en esa vecindad de extraños. Lo que resulta bueno por una lado (densidad, autonomía, diversidad, oportunidades,…), puede resultar malo por otro (tensiones, hacinamiento, conductas muy distintas en poco espacio, falta real de oportunidades,…). La ciudad tiene ese atractivo de tener de todo. Parece abrir todas las puertas a cualquiera, pero en la práctica mantiene muchas de ellas permanentemente cerradas para muchos. No es extraño que la ciudad acumule conflictos, faltas, delitos, excesos y carencias.

No obstante, ni todas las ciudades son iguales, ni cualquier rincón de cada ciudad es parecido a otro. Se ha repetido hasta la extenuación que, por ejemplo, Pedralbes es una ciudad y el Raval otra. Los parques y espacios en Pedralbes están notablemente vacíos, mientras que las plazas en el Raval o en Casc Antic rebosan actividad. Entre los 73 barrios de Barcelona hay diferencias en todo. En esperanza de vida, en renta, en niveles educativos, en metros cuadrados de habitación y también en el número de altercados y problemas en espacios públicos. No es habitual oír hablar de manteros en Tres Torres o de prostitutas en Sarrià. Y toda la vida ha habido trileros en la Rambla, prostitución en Robadors venta ambulante ilegal y consumo de droga en la zona del puerto. No es pues extraño que cada año, a resultas de un tema o de otro, acabemos teniendo nuestra habitual portada, en uno u otro diario, denunciando el agravamiento de la seguridad en Ciutat Vella

    Pero, ¿de qué seguridad hablamos? Lo que es evidente es que la seguridad siempre es necesaria y nunca sobra. Pero no siempre queda claro a qué nos referimos. Sobre todo si se viven momentos de zozobra por muy distintas razones. Falta de trabajo, estrecheces económicas, incertezas sobre el futuro individual y colectivo, dudas sobre las perspectivas vitales de hijos y familiares... Las inseguridades se concentran en un punto o en algún personaje o grupo. Lo más fácil es pensar que alguien ha de tener la culpa de todo lo que acontece. Y ese alguien acaba siendo muchas veces el otro, el distinto, el nuevo, el gorrón, aquel o aquella que vive del cuento o de su cuerpo. Si además has pagado una pasta por un piso del Raval en un momento en que todo hacía suponer que el barrio iba a cambiar a mejor, y no sucede, el malestar aumenta y las críticas se dirigen a las expresiones más evidentes de un hipotético deterioro del barrio. Les puedo asegurar que el Raval está mejor que nunca, pero es cierto que no es un barrio absolutamente normalizado. Y es verdad que cuando dejas de ser aquel joven moderno y con ganas de vivir en el mundo alternativo y algo canalla, y empiezas a tener hijos, a llevarlos a la escuela, a comprar en un supermercado convencional y has de madrugar, la especificidad del barrio más bien te atosiga. Y entonces exiges soluciones. Y la más evidente es la que tiene que ver con seguridad, con policía, con alguien que lo arregle.

DIAGNÓSTICO Y SOLUCIONES

El tema de la seguridad ciudadana es siempre noticia y es siempre urgente. Desde las ciencias sociales se tiende a primar el buen diagnóstico del problema, y desde la prensa y los vecinos lo que se quieren son soluciones. Pero, si no se define bien el problema, las soluciones tenderán a ser o erróneas o insuficientes. Decía Albert Einstein en una de esas citas que acostumbran a utilizarse para reforzar un argumento, que «medios precisos en relación a objetivos confusos es algo que caracteriza a nuestra época». Cuando se habla de seguridad se acaba pidiendo más policía. Lo que quizá no sabemos es exactamente para qué. Más policía. ¿Siempre? ¿En todas partes? ¿Solo donde se localiza el problema? 

Los barrios cambian, mudan y también persisten. Hay barrios reincidentes, y el Raval lo es. Reincide en ser el punto de llegada para los que menos recursos tienen. Reincide en su gran densidad. Reincide en que en el Raval conviven formalidad e informalidad. La gran afluencia turística ha contribuido a complicar las cosas. Y siempre hay gente con más voz que otros. Y hay gente con más necesidades que otros. En el equilibrio está la puerta de la convivencia. Conviene atender a los vecinos, cruzando percepciones con las de los otros componentes de la situación de tensión que comparten. De tal manera que conociéndose, se reconozcan. Entiendan su distinta perspectiva, su distinta vida, su distinta relación con la calle y el barrio. No hay soluciones fáciles para temas complejos. Y este lo es.