Apunte

Cincuenta (y más) sombras del actor

JOSEP MARIA POU

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Me acerco a ver La sombra del actor, última película de Al Pacino (última de las aquí estrenadas), con prudencia, con mucha prudencia, pero también cargado de esperanza. La prudencia es por el tema: el declive del actor. La esperanza, por el medio y la persona: quizás el cine y Al Pacino hayan sabido acercarse a esa tragedia con más verdad y menos literatura de lo que lo hizo Philip Roth en su novela La humillación que ha dado pié a la película.

Compruebo enseguida que sí, que Al Pacino (cómplice de Barry Levinson, director) ha tomado las riendas del asunto y ha hecho la película que quería. Pocos como él para hablar del oficio de actor. Rectifico: ninguno como él para hacernos creer, desde el cine, que lo suyo es el teatro. Pacino no pierde la ocasión de subirse a un escenario: Glengarry Glen Ross, El Mercader de Venecia, Salomé, Ricardo III, American Buffalo… Y dentro de poco, en noviembre, estará de nuevo en Broadway con China Doll, lo último de Mamet.

Pacino respira teatro donde otros respiran series por temporadas. Pero, por encima de todo, respira Shakespeare, su amor confeso. (Ahí está Looking for Richard, desvelando su obsesivo proceso de trabajo; experiencia repetida en Wilde Salomé, donde asistimos, contracción a contracción, al parto de su Herodes). Y en el momento de interpretar a Simon Axler, el actor de la novela, Pacino le enmienda la plana a Roth, haciendo que Axler muera como los grandes. Donde Roth imagina un  triste desván y una última frase de La gaviota de Chéjov, Pacino recrea la última escena de El rey Lear, devolviéndole al actor la dignidad que merece. El actor Pacino dignifica, como no supo, o no quiso, hacerlo Roth, al actor Axler y con él a todos los actores.

No hace falta decir que, a mi juicio, la película gana por muchos digitos a la novela. Aun así, no es película fácil. Tan extraña y desconcertante como su hermana Birdman. Aunque mucho menos redonda.

Una pregunta: ¿porqué titular La sombra del actor lo que en su original se titula The humbling (La humillación)? Sobre todo cuando existe ya una película anterior (Peter Yates, 1983) con idéntico título. Y una repregunta: si entonces se tituló La sombra del actor a lo que en su original era The dresser, ¿cómo titularán a la nueva The  dresser que acaban de rodar Anthony Hopkins e Ian McKellen? ¿La resombra del actor? ¿La poca sombra del actor? ¿La mala sombra del actor?

No tengo imaginación bastante para la respuesta.