Un nuevo desafío sanitario

El cigarrillo electrónico también se fuma

El trabajo de décadas contra el tabaco y por la salud peligra si los 'e-cigs' son acogidos con laxitud

ANTONI MATEU

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La presencia creciente de los cigarrillos electrónicos representa una preocupación común para las autoridades de salud pública de todo el mundo. La nueva tecnología de los llamados vaporizadores gana cuota de mercado, sobre todo entre los fumadores convencionales, lo que puede dar lugar a mantener el consumo en lugares en los que ya se ha prohibido el humo. Estos nuevos dispositivos también seducen a algunos fumadores con la dudosa promesa de que les ayudarán a dejar de fumar. Ambos casos nos preocupan. El primero, porque puede conllevar la reintroducción de fumar en lugares públicos, una práctica que hemos erradicado hace unos años. El segundo, porque no está nada claro que los e-cigs sean un buen método para dejar de fumar, aunque haya algunos estudios que se han querido interpretar en este sentido.

Hay un tercer grupo crítico desde el punto de vista de la salud pública: el de quienes pueden acceder al consumo de tabaco a través de los cigarrillos electrónicos. Serían los nuevos fumadores, especialmente adolescentes y jóvenes, algunos de los cuales los fuman en las aulas. No nos podemos permitir que la moda de los e-cigs sea la puerta de entrada de nuevas generaciones de fumadores. Y también puerta de reentrada para exfumadores seducidos por la dudosa promesa de algo parecido a fumar de forma más saludable o supuestamente menos perjudicial.

De momento, no sabemos cómo afectará a medio plazo el uso de los cigarrillos electrónicos. Lo que sí conocemos es que las cargas con que se alimentan, el humo que inhala el fumador  y el humo que exhala contienen sustancias potencialmente nocivas, como han evidenciado análisis independientes realizados por instituciones tan prestigiosas como la FDA estadounidense. También se ha probado que el uso de los cigarrillos electrónicos provoca en los pulmones de los usuarios efectos a corto plazo similares a los que se observan en los fumadores de tabaco.

Son informaciones que la publicidad de los nuevos dispositivos obvia, pero eso no es nuevo en la historia de la industria del fumar, que trata de relacionar sus productos con el placer, el bienestar, la salud e incluso el consejo médico. Siempre nos han dicho que investigaban en beneficio del consumidor: desde el refinamiento de las mezclas y la pureza de la materia prima, a la introducción de los filtros y, más cerca en el tiempo, la irrupción de los llamados productos light, desterrados finalmente del mercado porque provocaban equívocos literalmente letales. La historia nos cuenta que no ha habido nunca ningún fumar que se pueda considerar saludable. Y que fumar nunca será más recomendable que no fumar. Desde Salut Pública debemos decirlo de manera inequívoca y clara.

Otra confusión tiene que ver con la consideración terapéutica de los e-cigs. Se habla de fumar menos sustancias tóxicas, lo que explicaría que algunos médicos se muestren partidarios de que se utilicen estos dispositivos en estrategias de reducción de daños. Únicamente disponer de estudios científicos sólidos nos podrá decir si esta visión es acertada, pero en todo caso el usuario debería ser solo una persona que hubiera intentado varias veces dejar de fumar, sin conseguirlo. Es muy importante recordar que cuando se recibe la ayuda de un profesional sanitario para dejar el tabaco las probabilidades de éxito se multiplican. Además, tenemos fármacos que contribuyen con efectividad probada. En Catalunya la ayuda para dejar de fumar forma parte de la cartera de servicios de la red asistencial pública, y esta actuación está coordinada desde Salut Pública. El resultado: 70.000 personas dejan de fumar cada año.

Actualmente no hay ninguna normativa que regule los cigarrillos electrónicos, ni tampoco los ámbitos en los que se pueden usar. Ni las sustancias de los preparados con que se cargan, ni el marco en el que se publicitan, aunque la OMS los desaconseja: «Mientras no haya datos que demuestren que son productos seguros, eficaces y de calidad aceptable y esto esté certificado por un organismo regulador nacional competente, los consumidores no deberían utilizarlos». El Parlamento Europeo acaba de aprobar una propuesta de directiva que considera que los e-cigs deben tratarse como productos de tabaco y no como medicamentos.

Desde Salut Pública abordamos este asunto en colaboración con varios departamentos de la Generalidad. El objetivo es acabar con estos limbos, y postulamos que los e-cigs se regulen como el tabaco en lo que respecta a usos y consumo. El tabaco causa más de una muerte cada hora en Catalunya y más de 25 enfermedades, que acortan 10 años la vida de una persona que fuma. Durante décadas hemos hecho un camino largo y laborioso para desterrar el tabaco de la vida pública y no podemos dejar que eso se transforme en humo.