China pone fin a su política más dolorosa

Georgina Higueras

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Millones de chinos han recibido con alivio el fin de la política más dolorosa: el hijo único. Durante más de tres décadas, desde 1979, la gran mayoría de las parejas chinas han vivido frustradas por la ordenanza del Partido Comunista que, en contra de la misma idiosincrasia china, les exigía limitar su descendencia en aras del desarrollo del país. Para muchas, como para Chen Hua, que tiene 50 años y un hijo de 19, ya es «demasiado tarde». Solo la consuela pensar que al menos podrá tener dos nietos.

«En el primer año de vida de mi hijo sufrimos mucho. Era muy pequeño, teníamos miedo por su salud y tanto mi marido como yo queríamos ardientemente tener otro hijo, pero los dos trabajamos para el Gobierno y no podíamos saltarnos la regla», cuenta con nostalgia. Habrían perdido su trabajo y los niños habrían tenido muy difícil el acceso a la universidad.

El PCCh ha tomado la decisión después de las serias advertencias de la Academia de Ciencias de China sobre que el control de la población se estaba convirtiendo en una bomba de relojería debido a que el país, aún en proceso de desarrollo acelerado, padece un envejecimiento solo parecido al de las sociedades más ricas: el 30% de los habitantes supera los 50 años de edad.

Aunque en el campo esta política del hijo único ha sido menos rígida que en la ciudad y se ha permitido a las campesinas un segundo embarazo si habían dado a luz una niña, en muchos pueblos y aldeas está causando estragos, porque no hay un sistema de seguridad social, ni servicios de apoyo a los ancianos que se han quedado solos. El cierre de las escuelas ha forzado a las parejas jóvenes que aún no se habían ido a buscarse la vida en la ciudad, a seguir el éxodo de las demás.

Hace dos años, el PCCh dio un primer paso en la liberalización de esta política, al permitir que se tuviera un segundo hijo cuando uno de los progenitores ya fuese hijo único. Antes, la posibilidad del segundo descendiente solo era posible si tanto el padre como la madre eran ya hijos únicos.

Renuncia en las ciudades

Sin embargo, esta liberalización ha fracasado rotundamente en las ciudades, donde casi el 90% de las parejas elegibles han renunciado a tener el segundo. La carestía de la vida, la creciente competitividad, los largos horarios de trabajo en las empresas privadas, el alto coste de la vivienda y las dificultades de acceder a una buena universidad son algunas de las razones que han esgrimido para conformarse con un solo hijo.

Las mujeres fueron las primeras víctimas de una política que les costó abortos forzosos, intimidaciones de los responsables de planificación familiar e incluso el maltrato de maridos y suegras por no dar a luz un varón.

El «pequeño emperador»

Pese a la prohibición a ecógrafos y médicos de revelar el sexo del feto con sanciones incluso de pena capital, se han abortado numerosos fetos de niñas, lo que ha provocado un desequilibrio de sexos en el que faltan más de 40 millones de mujeres.

Además, la presión familiar para cuidar y educar al «pequeño emperador» de cada casa ha recaído sobre todo en las madres, que en muchos casos han abandonado su profesión para dedicarse por entero a la educación del hijo único.

No hay duda de que la sociedad china se siente hoy más libre de su destino.

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