Pequeño observatorio

La chica que bordó para sus abuelos

Tiempo atrás, algunos ilustres personajes se dedicaron a hablar mal de las mujeres

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JOSEP MARIA ESPINÀS

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Tengo enmarcado en el recibidor de mi casa un cuadro que es un bordado. Un gran bordado, de considerable anchura. Debió de dar mucho trabajo terminarlo. Es un paisaje con varios personajes que componen lo que se pueden llamar escenas bíblicas.

Y lo que más me impresiona de esta obra es la paciencia que debió tener la chica que iba bordando el tapiz. Un día hacía un fragmento, al día siguiente otro. Aquel pasar el tiempo no tenía nada que ver con nuestros pasatiempos. Del mismo modo que hoy los tratos familiares son radicalmente diferentes. Reproduciré para los lectores de este diario el texto de la dedicatoria que hace a sus abuelos aquella chica del año 1847: «Emilia Arús lo dedica a Sus Señores Abuelos».

Qué tiempos, qué tratos. Vamos camino de los 200 años de unas nuevas formas de vida que eran aceptadas –o, mejor dicho, exigidas– por un patrón que era básico en cada ámbito social. Tendría que pasar bastante tiempo para que las mujeres adquirieran una serie de derechos sociales, laborales, sexuales, económicos y políticos. Mujeres policía, mujeres presidentas de partidos y de gobiernos. Mujeres periodistas y directoras de empresa. Quien analiza el libro que me gustaría publicar es mi editora.

Tiempo atrás, algunos ilustres personajes se dedicaron a hablar mal de las mujeres. A menudo a través de sus obras más importantes. Es el caso de las Tragedias de Eurípides, donde se proclama que las mujeres siempre han sido una pesada carga para el destino de los hombres. En la más célebre obra de CervantesDon Quijote de la Mancha, el escritor le hace decir que no se sabía que, en todo el mundo, hubiera ni una sola mujer que fuera buena.

Siempre que salgo de casa paso por delante de aquel gran bordado que una chica hizo para sus «Señores Abuelos». Cómo me habría gustado que ahora pudiera llamar a la puerta de mi casa.