Chaparrones y matices de la vida

Volviendo a casa he visto  que el cielo se había puesto de un gris sospechoso. Hasta hacía poco era simplemente gris, de un gris pacífico. Ahora se había ennegrecido, se había endurecido. He llegado a tiempo de subir la escalera y entrar en mi piso. Ha estallado el chaparrón y me he acercado a la ventana. He visto el rostro de la lluvia tozudamente enrabietado.

'Xàfec' es una palabra catalana muy expresiva, porque la vinculo a 'xafar'. Y es cierto que los chubascos aplastan las flores de mi terraza. Busco en los diccionarios palabras que equivalen a 'xàfec' en otras lenguas: en castellano, 'chaparrón', y está muy bien, también tiene la violencia del chap, el golpeo del agua contra algunas superficies. No me parecen tan expresivos el 'averse' del francés ni el 'shower' del inglés.

Yo conocí, cuando iba a pie por los caminos, algunos chubascos que me cogieron por sorpresa y tuve que correr hasta encontrar, felizmente, una especie de establo donde podía refugiarme.

Pero ahora pienso que no era justo cuando me irritaba porque el aguacero no me dejaba continuar caminando. Quién sabe si alguien allá arriba decidió que ya era hora de que me detuviera un rato, que el agua serviría para refrescarme y que al cabo de un rato me encontraría con más ánimos para continuar el camino.

No solamente hay chubascos de agua. En este mundo hay muchos tipos de chubascos. Los chubascos de prepotencia se manifiestan a menudo en nuestra sociedad. Una gente que por su origen o por su natural vocación suelta un diluvio constante de decisiones autoritarias que no permiten que cada uno siga su camino.

No es el chaparrón, sino que es la lluvia fina y constante la que riega y hace crecer amablemente la vida.