La construcción de Europa

Cesión de soberanía

El traslado al BCE del control de los 128 bancos europeos más importantes es un gran paso de la UE

JOSÉ ANTONIO BUENO

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Hoy tiene lugar un nuevo, e importante, capítulo en la construcción de la Unión Europea, o al menos de la eurozona. Los 128 bancos más grandes dejan de estar supervisados por los bancos centrales locales para pasar a serlo por el Banco Central Europeo (BCE). Es, sin duda, una de las mayores cesiones de soberanía que realizan los estados miembros para continuar la construcción de un espacio común.

La crisis de la deuda evidenció que la asimetría con la que está construida Europa es una de sus principales debilidades; no somos, ni seremos, un Estado sino un conjunto incompleto de funciones centralizadas. Es difícil tener una moneda única cuando se tienen políticas fiscales diferentes, o un banco central que vele solo por la inflación pero no pueda hacerlo por el crecimiento o el empleo. Fruto de aquellas cumbres de madrugada surgió la idea de centralizar la supervisión de los bancos y hoy nace el mecanismo único de supervisión (MUS), que engloba la supervisión, resolución y garantía común para los depósitos. Para lo bueno y para lo malo, los 128 primeros bancos de la eurozona están unidos en su destino. El Banco de España queda sustituido por el BCE; el FROB, por el MEDE para la resolución de bancos (la palabra liquidación no cabe en el eurodiccionario), y el Fondo de Garantía de Depósitos se engloba en uno europeo. Nada nuevo, solo que en lugar de tener la referencia en Madrid ahora la tendremos en Fráncfort.

Alejar la supervisión del supervisado puede hacer que se pierdan matices, pero no tiene por qué ser malo. La labor del Banco de España a lo largo de la crisis ha quedado difuminada por las limitaciones impuestas por el poder político, algo que incluso se reflejaba en el memorando de entendimiento (MoU) del rescate parcial del 2012. Los problemas se detectaron, pero las decisiones que derivaban de los informes se tomaron por los políticos demasiado tarde. Es de suponer que la centralización de la supervisión evitará los paños calientes con los que se quiso solventar al principio la crisis bancaria española.

Es cierto que hasta que la máquina funcione correctamente tiene que pasar tiempo. Los equipos de supervisión son ahora, como toda la Unión Europea, una torre de babel en la que, además de barreras idiomáticas, también hay diferentes culturas bancarias. Un inspector francés, por ejemplo, no sabe tanto de promoción inmobiliaria como uno español, ni uno español de derivados como uno alemán, pero esto es cuestión de tiempo y ya aprenderán.

El mecanismo único de supervisión seguro que funcionará mejor que la supervisión local para las crisis centradas en un país, pues los gobiernos locales no podrán posponer las soluciones por intereses políticos. Pero está por ver cómo funciona en una crisis global, pues el sistema bancario europeo es muy grande, demasiado grande para que sus países lo puedan rescatar. El volumen de negocio de toda la banca europea es algo superior a tres veces su PIB anual, por lo que una crisis sistémica de la eurozona tampoco tiene una fácil resolución, con gestión centralizada o descentralizada. Lo importante es identificar los síntomas enseguida y actuar de manera decidida. Y si la crisis cae en países con hipertrofia bancaria desmedida, como Luxemburgo, donde el peso de sus bancos es más de 21 veces su PIB anual, acotar el problema para que no arrastre al resto. Cuando ponemos como ejemplo la rapidez de los americanos en sanear sus bancos, no podemos olvidar que el negocio bancario del conjunto de Estados Unidos solo significa el 80% del PIB. Mientras que 128 bancos europeos han pasado el corte de los 30.000 millones de euros en activos que implica la supervisión centralizada, solo 44 tienen este tamaño en EEUU.

La banca española afronta este reto con buena salud, como evidencian los resultados del reciente test de estrés. Es verdad que el saneamiento y la transparencia extrema han sido en gran parte fruto del rescate parcial, pero al menos han servido de algo y nuestros bancos son de los más solventes y saneados de la eurozona, ahora con certificado europeo. A los inspectores del Banco de España tampoco les ha ido nada mal, pues muchos de ellos ocupan puestos de responsabilidad en Fráncfort gracias a su valía profesional, de la que nadie duda.

Este movimiento lo que también hace es alejar aún más al Reino Unido de la eurozona, pues Londres nunca dejará que sus bancos, equivalentes a cinco veces su PIB, se supervisen desde fuera de las islas. Pero esta comunidad de vecinos que es la UE funciona así: quien quiere se une y quien no quiere no. El peaje son jirones de soberanía que van quedando en cada una de las puertas por las que se atraviesa. A más Europa, menos soberanía, y hoy España cede una parte importante de la suya para seguir construyendo Europa.