Opinión | Editorial

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El cerco al coche contaminante se estrecha

Las restricciones deben ser un acicate para profundizar en las políticas públicas que se han ido abriendo paso con dificultad en los últimos años

Retenciones de tráfico en la Via Laietana de Barcelona.

Retenciones de tráfico en la Via Laietana de Barcelona. / periodico

La aplicación de las medidas en ciernes para mejorar la calidad del aire que se respira en la conurbación de Barcelona tendrá unos efectos que acaban de ser cuantificados por los expertos: a partir del 2020 (dentro de poco más de dos años), el 25% de los vehículos que hoy circulan por la ciudad y el área metropolitana no podrán hacerlo dentro de la enorme área delimitada por el segundo cinturón de ronda. Traducido a cifras absolutas, unos 130.000 turismos, furgonetas y camiones que superan el umbral de contaminación aceptado por la Administración y que por esa razón hoy ya no tienen la etiqueta identificativa que distribuye la DGT. Son muchos vehículos –y otras tantas personas, o más–, pero eso no puede ser motivo para abogar por dilaciones en un asunto en el que está en juego la salud de gran parte de la poblacìón catalana. Por el contrario, las restricciones deben ser un acicate para profundizar en las políticas públicas que se han ido abriendo paso con dificultad en los últimos años: potenciación del transporte público por carretera y ferroviario, aparcamientos disuasorios junto a las estaciones de tren, conexiones entre medios, abonos a precios asequibles... El reto es grande, pero más importante es poner coto a unas emisiones de gases impropias de una sociedad avanzada y que valora como debe la salud y el bienestar personal. El próximo diciembre, la prohibición se aplicará ya los días de elevada contaminación. Estamos todos avisados y debemos actuar en consecuencia.