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Censura y promoción

En la era de internet, la censura es imposible y absurda; paradójicamente, funciona como reclamo

LLUCIA RAMIS

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El Macba rectificó y finalmente ha inaugurado la exposición La bèstia i el sobirà, incluyendo la obra de Ines Doujak que sembró la polémica. La escultura representa al rey Juan Carlos sodomizado por la bolivariana Domitila Barrios de Chungara sobre unos cascos nazis. Ya la ha visto todo el mundo en los medios y la red. Es tan fea y vamos tan poco al Macba, que si el director del museo, Bartomeu Marí, no la hubiera rechazado, habría pasado desapercibida. Pero el veto se ha convertido en su mejor promoción.

Dejando al margen la pésima gestión del asunto, este episodio reabre el debate sobre la libertad de expresión. Hemos oído hablar de censura. Pero, ¿realmente lo es? Si una editorial rehúsa publicar un manuscrito, ¿lo está censurando? Los free-lance vendemos cada uno de nuestros artículos, y el medio decide si los compra o no, según unos criterios no siempre compartidos. ¿Tiende uno mismo a autocensurarse para colocar su texto? ¿Nos autocensuramos en la red para lograr más seguidores? ¿O, al contrario, provocamos hasta que nos veten para conseguir mayor repercusión?

En la era de internet, la censura es imposible y absurda porque, paradójicamente, funciona como reclamo. Está por ver si el Macba tendrá más visitas a raíz de la polémica; en cualquier caso, todos hemos visto la obra que se pretendía ocultar (sin interesarnos por las demás). Mucho más grave es el atentado a la libertad de expresión que el Tribunal Supremo ha ejercido contra ocho personas que se manifestaron ante el Parlament, condenándolas a tres años de prisión.

Llevo un tiempo dando mi opinión en este diario y nunca me han tocado un adjetivo. No creo haberme cortado un pelo, y reconozco haber soltado alguna que otra gamberrada. Podría sentirme frustrada, porque lo que se lleva es que te censuren. Pero, todo lo contrario, estoy muy agradecida. Por la confianza, el respeto, la libertad. La razón de esta despedida no tiene ningún morbo, la vida son cambios. Por eso, solo me queda decir: muchísimas gracias.