La clave

De la censura al 'Interviú'

JUANCHO
Dumall

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Hubo un tiempo no tan lejano en el que los cantautores debían enviar al Gobierno Civil las letras de las canciones que iban a interpretar en sus recitales para que ninguna de ellas tuviera contenidos subversivos. Artistas como Lluís Llach, Raimon o los desaparecidos José Antonio Labordeta o Carlos Cano tienen un rico anecdotario al respecto. Pero la feroz censura del final del franquismo no se quedó en los territorios de la canción de autor. También el pop y el rock foráneos pasaban por la lupa de los funcionarios que velaban por la moral, las costumbres y el buen nombre de España y su providencial régimen. La exposición <i>Vibracions prohibides</i>, que puede contemplarse en el Born hasta el 28 de agosto, es una muestra de la obsesión de la dictadura con todo lo que de emancipador o de espíritu crítico tenía la cultura pop.

Este diario hacía en su edición de este domingo un repaso a unos cuantos actos de censura en los años 60 y 70. Se menciona, por ejemplo, el caso de Cortez the Killer, la canción de Neil Young sobre las matanzas de aztecas por parte de Hernán Cortés, que fue prohibida meses después de la muerte de Franco. O la consideración de Good Vibrations, de los Beach Boys, tan repeinaditos ellos, como una letra que «pertenece a los ambientes de los grupos USA drogadictos del lumpen: los HIP, cuya filosofía está basada en el sexo». Toda una empanada mental que produce hilaridad y también pena, pues ese control enfermizo contribuyó a alargar el secular retraso del país.

Miradas como la de esta exposición -hija del libro Veneno en dosis camufladas, de Xavier Valiño- dan idea del enorme salto que supuso la transición en materia de libertades. Conviene recordarlo ahora que ese momento histórico ha perdido buena parte de su brillo en algunas relecturas.

Espíritu tolerante

Ciertamente, la transición fue un pacto en el que la izquierda y los nacionalismos cedieron mucho. Pero el salto en el terreno de las libertades fue enorme. La censura troglodita dio paso a un espíritu más tolerante en materia sexual y de costumbres, del que la revista Interviu, que esta semana cumple 40 años, fue todo un símbolo.