Pequeño observatorio

Celebrando la vida de los cafés

Hay quien tras cenar ya bosteza de sueño y ningún café conseguirá que no cierre los ojos

CAFE

CAFE / periodico

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Leo esto: «Feliz día internacional del café». Ignoraba que existiera esta celebración, que tiene un patrón tan distinguido como Talleyrand, que escribió esto: «El café debe estar caliente como el infierno, debe ser negro como el diablo, puro como un ángel y dulce como el amor».

Parece que hay noticias del café desde el siglo VIII, primero usado como medicina, luego como una bebida fermentada e infusión, y el café verde contra la fiebre y el reuma. Seguramente tenía muchas aplicaciones que ignoro.

Los expertos sabrán explicar las características propias de los cafés de Brasil, de Colombia y de otras procedencias. Yo no soy experto en cafés, solo soy un modesto consumidor, limitado a encontrarlo demasiado fuerte o demasiado flojo cuando me lo sirven. Eso sí, los descafeinados no son de mi gusto, como no lo serían los desjamonados o los destortillados.

Cuando escribía novelas, lo hacía a menudo en los cafés. No me preocupaba mucho la calidad. Un pequeño sorbo de café eran simplemente unos segundos de pausa para intentar encontrar las frases siguientes.

Los cafés son muy generosos. Admiten que estés solo y aceptan que se invite a un grupo. Yo descubrí en el Raval de Barcelona un café con este rótulo: Se prohíbe la palabra soez.

¿El café, tomado de noche, desvela? Habría que moderar esta afirmación. Hay incontables testimonios de peñas nocturnas barcelonesas que discutían lúcidamente tanto si era por la tarde como si era por la noche. Y es cierto, hay quien es noctámbulo y está en plena forma, y hay quien después de cenar ya bosteza de sueño y ningún café conseguirá que no cierre los ojos.

Soy testigo de eso. Hace años, en una reunión de amigos, el dueño de la casa se durmió en plena conversación. Al cabo de un rato, los visitantes nos levantamos y salimos de la casa procurando no hacer ruido. Todavía hoy lo recuerdo.