Cegados por el eclipse

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Bernat Gasulla

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Pasado mañana por la tarde, se producirá un fenómeno que no se daba desde hace casi un siglo. Todo un continente, en este caso América, podrá presenciar un eclipse total de Sol. El evento ha provocado la movilización de millones de turistas (los 'viajeros del eclipse', les llamamos en este diario), eso sin contar que la ocultación del astro podrá ser presenciada en directo por una población de 200 millones de personas. Será algo parecido al efecto que produce la luz en las moscas.

La hipnosis colectiva está en este caso justificada, aunque solo sea por lo infrecuente de un eclipse total de Sol. Sin embargo, otros muchos nos quedamos embobados por otras lucecitas, otros fuegos fatuos, que nos impiden ver, juzgar y comprender lo que está pasando. Los 'viajeros del eclipse' saben al menos que han de proteger sus ojos si quieren mirar el fenómeno. El resto nos quedamos embobados mirando sin protección las chispitas y no podemos ver la devastadora hoguera de la que salen. Y la verdad es que no han faltado ejemplos de esta ceguera social durante lo que llevamos de verano.

De Trump a Piqué

Antes de que el eclipse del terror yihadista nos haya sumido en la oscuridad total, nos habíamos quedado deslumbrados por los minoritarios ataques al turismo y nos han faltado reflejos para enfocar nuestra mirada en los problemas de fondo que erosionan la moral y la imagen de Barcelonaburbuja inmobiliaria, masificación turística, precariedad laboral...

Siguiendo con el turismo, miramos boquiabiertos los excesos del  visitante ocasional o el de borrachera y seguimos sin querer darnos cuenta de que el Raval, en el corazón de Barcelona, se está viendo devorado por la heroína que los narcopisos han devuelto a las calles.

Continuamos cegados por el flequillo de Donald Trump y analizando sus discursos para intentar confirmar lo ya sabido (que es un racista recalcitrante) pero seguimos dando la espalda al drama de los refugiados en el Mediterráneo.

Culpamos a Piqué del autogol contra el Madrid para no centrarnos en el grave y profundo deterioro del Barça, tanto en lo deportivo como en lo institucional.

Los eclipses merecen ser contemplados. Pero tenemos que seguir mirando a nuestro alrededor.