De catedrales

¿No se nos ocurre algo mejor que expropiar la catedral de Barcelona? ¿Y si a la política espectáculo le tachamos la segunda palabra?

Unos turistas consultan un plano de la ciudad delante de la Catedral.

Unos turistas consultan un plano de la ciudad delante de la Catedral.

EMMA RIVEROLA

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A veces, a algunos compañeros de la izquierda radical les arrebata la nostalgia de tiempos que no han vivido. La propuesta de la CUP de expropiar la catedral de Barcelona parece surgida de una extraña mezcolanza. Por un lado, de esa recurrente pulsión de expulsar a la Iglesia de nuestras calles. Por otro, de las típicas serpientes de verano, esas noticias sorprendentes y tontonas que acaban convirtiéndose en relevantes ante la sequía informativa estival. Aunque, pensándolo bien, este no sería el caso. Porque, al menos en Catalunya, el verano se nos presenta cargadito.

La cuestión: ¿es buena idea la expropiación de la catedral? Sinceramente, ponernos ahora a expropiar todos los lugares de culto de Catalunya resultaría un faenón. ¿No se nos ocurre algo mejor? ¿Y si a la política espectáculo le tachamos la segunda palabra? De este modo, en vez de echarnos unas risas a cuenta de la provocación onanista, podríamos llegar a alguna propuesta interesante. Por ejemplo, ¿cuántos pisos hay en Barcelona propiedad de la Iglesia? ¿Cuántos se destinan a fines sociales? ¿Cuántos pagan el IBI? ¿Cuántos están en manos de administradores que los están alquilando? ¿Estamos seguros de que todas las donaciones particulares (en muchos casos de personas mayores en los últimos días de su vida) cumplen unos mínimos requisitos éticos?

Quién sabe, en vez de una escuela de artes escénicas chupiguay, podríamos mejorar el problema de la vivienda