Geometría variable

La Catalunya del 2014 ante la consulta

JOAN TAPIA

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En la larga entrevista de Vicent Sanchis a Artur Mas  en El Temps, el president dice, tras múltiples vericuetos, algo que indica que va a acatar la decisión del Tribunal Constitucional sobre la consulta: «¿De qué serviría que Catalunya fuese un día independiente si no la reconocía nadie?». Sabe que en el mundo de hoy, o te impones por la fuerza (como Putin en Crimea) o no te puedes salir de la legalidad internacional. Oriol Junqueras se confunde, porque la «desobediencia civil» de Martin Luther King era para cambiar leyes de Estados Unidos, no para crear un nuevo Estado de la ONU. Y encabezaba un movimiento ciudadano, no el Estado de Alabama.

Pero Mas también se equivoca. Primero, porque se revuelve contra los que no comparten su realismo de hoy cuando el pasado 13 de agosto todavía no respaldó a la vicepresidenta Ortega, que dijo que ningún partido de gobierno podía exigir que la Generalitat incumpliera las leyes. El president siempre prometió que Catalunya haría una consulta legal y el pasado diciembre suscribió un pacto con ERC, ICV y la CUP para votar el 9-N sabiendo positivamente que el Gobierno de Rajoy recurriría la consulta. ¿Hacía comedia, buscaba el choque de trenes o enredaba? Por otra parte, cuando indica que se apresuró a exigir la renuncia «a todo» de Jordi Pujol para que CDC no sucumbiera ante el escándalo, es de «vuelo gallináceo» -por usar una expresión que él mismo emplea en la entrevista- no entender que Oriol Junqueras debía hacer algo similar con la comisión de investigación para no ser azotado (por sumisión a Convergència) por sus amigos-enemigos (los Jimenez Villarejo y compañía) que han montado una querella contra la familia Pujol. Además, rechazar la comisión de investigación sobre el caso Pujol con el argumento de que no se crearon para Jordi Ausàs, el exconseller y exalcalde de La Seu de ERC que hacía contrabando de tabaco, o para Jordi Cañas, que optó por abandonar el Parlament, es patético.

Catalunya ha reaccionado en los últimos años con una gran protesta contra la sentencia del Estatut que en realidad fue el ninguneo de la nación y del autogobieno por parte de la derecha española que se impuso en las instituciones del Estado. ¡Con presidente socialista! Y Mas se ha sumado a esa legítima protesta sin precaución, llevando a la política catalana y española a un laberinto de difícil salida. Màrius Carol citaba el otro día una frase de las memorias del president Pujol en las que este afirmaba que el peor error que puede cometer un político es prometer lo que no se puede cumplir. Ese es el pecado original de Artur Mas con la consulta.

Como dijo Miquel Iceta el martes en Madrid -ante un Pedro Sánchez que lo calificó de líder imprescindible-, «la relación entre Catalunya y el resto de España no puede seguir así y la solución que se encuentre deberá ser aprobada y votada por el pueblo de Catalunya (como lo fue el Estatut del 2006)». Quien aquí diga que Catalunya es soberana, como hizo el Parlament en el 2012, se confunde, porque no lo es. Otra cosa es que aspire a serlo. Pero -Iceta dixit- «quienes piensen que las revelaciones del caso Pujol, una eventual renuncia de Mas, la derrota de CiU en las elecciones o la anulación de la consulta por el Constitucional, resolverán el problema se equivocan, porque el hartazgo de amplios sectores de la sociedad catalana es grande. Los avatares de cualquier dirigente pueden obstaculizar el proceso pero no resolverán el problema». E Iceta pide «diálogo, negociación y pacto» porque detrás de los partidos catalanes hay muchos votos pero detrás de Rajoy, también (incluso en Catalunya).

En cualquier caso, la respuesta política a la exigencia catalana de una consulta no puede reducirse a invocar la ley y a prohibir la presentación del libro de Albert Sánchez-Piñol en Utrecht.