Cuando el principe quiere ser impopular

El Gobierno de Rajoy y el de Catalunya siguen en posiciones poco realistas

Puigdemont saluda a Rajoy durante la inauguración de la exposición sobre Joan Miró en Oporto (Portugal), el pasado 30 de septiembre.

Puigdemont saluda a Rajoy durante la inauguración de la exposición sobre Joan Miró en Oporto (Portugal), el pasado 30 de septiembre. / JORDI BEDMAR

JOAN TAPIA / BARCELONA

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Dicen que vagaba por el espacio por los siglos de los siglos un príncipe que era muy apreciado por sus súbditos. ¿Cómo podré pasar a la historia como alguien responsable si soy tan popular?, se preguntaba crecientemente inquieto.

Pero un día encontró un sabio que le explicó una historia. Había una nación -dicen que la más antigua- llamada España. Y dentro otra. Casi la mitad de lo de la otra querían ser independientes y un jefe de tribu organizó una consulta a la que acudieron en 2,3 millones de personas, una cifra alta pero inferior a la mitad de sus electores. Pero el príncipe español se lo tomó muy mal y lanzó a sus fiscales contra el jefe de la tribu y lo sometió a juicio. El sabio no sabía muy bien cómo acabó aquello -quizás no concluyo nunca- pero la popularidad del príncipe español cayó.

El consejo era automático, el príncipe debía buscar un evento al que fueran -a ser posible contentos- 2,3 millones de ciudadanos, prohibirlo, lanzar a los fiscales contra los organizadores y lavarse luego las manos. El desenlace era imprevisible pero lo seguro es que la impopularidad del príncipe aumentaría.

Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia y es evidente que intentar solucionar un conflicto político relevante azuzando al ministerio fiscal y dejando luego que los jueces tengan que aplicar las leyes sólo encrespa las cosas. Así dos años después estamos -a lo sumo- donde estábamos.

Pero los separatistas también venden algo similar a un cuento porque cualquier párvulo sabe que un plebiscito no se gana sino que se pierde cuando se saca el 47,8% de los votos por más que la ley electoral española de mayoría absoluta en escaños. Eso sin recordar que los dos estatutos votados por los catalanes dicen que para reformarlo se precisan los dos tercios del Parlament. ¿Para cambiarlo, no para liquidarlo?

Y no falta ir tan lejos. La encuesta del CEO de este viernes dice que menos de la mitad de los encuestados siguieron algo el reciente debate de la cuestión de confianza, crucial para que el ejecutivo independentista se mantuviera en el poder tras su derrota del verano en los presupuestos. Y de los que lo siguieron el 70% (el 60% de los electores de Junts pel Sí) cree que predominaron las críticas y reproches mutuos. Esta percepción es mayoritaria en todos los electorados excepto en el de las CUP y sólo el 18% cree que se hicieron proposiciones serias.

Resumen, pocas razones para el optimismo si Madrid sigue apostando, dos años después, por juzgar a Artur Mas por convocar a votar a 2,3 millones aunque -algo es algo- previa retirada por la fiscalía de la malversación de recursos públicos que implicaba penas de prisión. Y menos todavía si el Gobierno catalán reduce su iniciativa a una cuestión de confianza para superar la derrota presupuestaria. La prueba es que el 54% de los que siguieron el debate cree que la situación seguirá igual frente al 25% que opinan que mejorará y el 18% que empeorará. Eso si, los de la CUP están más contentos. El 57% cree que todo irá mejor.