Catallunya

RISTO MEJIDE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Pero cómo se me ocurre. Atentar así contra el proceso independentista. Dinamitar la evidente paz, entendimiento y cordialidad en la actual relación Catalunya-España con una conversación televisada entre dos personas que aman a su tierra de diferente forma.

Darle minutos al proceso un domingo en prime-time nacional y meterme así en la caverna de los indeseables de una vez por todas. Sentar al Cap de l'Oposició Oriol Junqueras en un sofá ante más de 1 millón de españoles y lanzarle a la cara las preguntas y comentarios que escucho en Madrid semana sí semana también. Pero quién me he creído que soy. Eh. Quién.

Ni que yo fuera periodista. Pero qué me he pensado. Que no, que yo no tengo el carné. Que ni siquiera me saqué el título, hombre. Lo llego a saber y elijo una carrera como Periodismo, y no la patraña esa que estudié en ESADE. Como Karmele Marchante y no como Urdangarín. Así igual podría hablar. Pero ahora ya es tarde. Ahora ya no. Si no tengo el título, a callar. Intruso, que soy un intruso.

Pero cómo le interrumpo así, cómo no le dejo hablar. Da igual que se haya insistido por activa y por pasiva que no se trataba de una entrevista, sino de una conversación. Da igual que haya tenido que venir un medio de la capital para transcribir lo dicho y nos hayamos dado cuenta de que por cada línea mía de texto, Junqueras sumaba tres. Da igual. Eso es interrumpir el proceso. Eso es blasfemar contra el Estatut. Cuál de ellos, no sé. El último, supongo. Me da igual.

Menudo montaje. De los 12 personajes que se han sentado en el programa, es la primera vez que hay gente que me exige poder visionar las 2 horas que duró la conversación. Y como no les gustaron ni los vídeos ni el montaje, enarbolan la bandera de la manipulación.

Y ya que hablamos del tema. Cómo se me ocurre hablar de manipulación informativa en un medio público como TV-3, un medio que pagamos todos. Como si «aquí» no se hablase de otra cosa que de la independencia. Ja. Pues mira, justo a la hora de la emisión de esa charla, se emitía en «la teva» un interesantísimo documental sobre la Mancomunitat. Hala. Para que veas. Cambia e instrúyete un poco, anda.

Y mira que… menudas preguntitas. Que qué pone en su DNI. Pues que caduca en 2014. Badúm psst. Pero qué importará la diferencia entre decir lo que eres y que lo quieres dejar de ser. Pero qué más dará que alguien no sea capaz de verbalizar una realidad administrativa que es justo la que le impulsa a soñar otra distinta. Nah, eso es malgastar el tiro. Eso es buscar el morbo. Eh, y se lo debiste de estar preguntando durante los 40 minutos que dura la conversación, porque es de lo único que habla la inmensa mayoría de los que te critican. Muy mal, Risto, muy mal.

Y bueno, luego encima le pregunto por el párpado caído. Eso ya es el acabose. La típica pregunta que nadie se ha hecho jamás y que todo el mundo le ha preguntado antes que yo. Desde luego, qué previsible eres, Mejide. Qué facilón.

Me has decepcionado. A mí y a Mónica Planas. Que quién es esa, te preguntarás. Pues una crítica televisiva que parece que se molesta y mucho cuando le hacen una crítica a su crítica. Porque ella sí que sabe hacer televisión. A que sí. Es famosa y reconocida por tantos y tantos programas en los que ha participado. Y por sus libros. Y por sus contenidos. Mira si sabe, que hasta da clases en la universidad. Ay, cuánto me queda por aprender.

También he merecido la colleja de mi admiradísimo Sergi Pàmies. Y seguramente en este caso él tenga razón. No sólo por esta vez, sino por tantas otras. No sólo por esa mala noche, sino por todas las demás. No sólo por decir que parecí «innecesariamente agresivo, inoportunamente solemne, dialécticamente acelerado y demagógicamente inmaduro». Sino por omitir lo que realmente soy, que es mucho peor.

Suerte que al día siguiente de la emisión del programa, Oriol y yo seguimos intercambiando mensajes con la misma cordialidad con la que lo habíamos hecho durante la charla. Yo le felicité por la conversación y por la audiencia obtenida. Un 10,3% en Catalunya. Y él me dio las gracias y me devolvió la felicitación. Con la educación y la buena fe con la que hicimos todo lo demás.

Ésa es la Catalunya que no se ve. La que no allunya.

Ésa es la Catalunya que acerca posturas. La que ahí está.

Tampoco es la Catalunya que han destacado algunos medios de la capital, tan deseosos de que nos diéramos garrotazos entre catalanes. Yo respetaré siempre las opiniones de todos. Pero les recuerdo que estoy en ese programa para dar la mía.

Que tampoco es que esté en contra de la independencia. Pero sí de que nos hagan creer que no existe alternativa. Y sí de la manipulación. De uno y de otro lado. El día que «la nostra» emita un documental con las desventajas de la independencia y Televisión Española haga lo propio apoyando las razones para la consulta, entonces entenderé esta repentina fiebre por el rigor. El día en que tapiemos todas las cavernas. El día en que nos pongamos a escuchar de verdad. Sin dogmas de fe. Y sin credos absurdos ni mesías intocables con los que comulgar.

Mientras tanto, agradecer a los exaltados tanta indignación.

Y dedicarles mi mantra, con todo cariño.

Si cuando hablas nadie se molesta, eso es que no has dicho absolutamente nada.