El catalanismo ha muerto, luego España sufre

La renuncia catalana a ser bisagra en Madrid ha extendido la enfermedad de la ingobernabilidad

Puigdemont, Calçada, Homs, Tarrida, Mas y Clavaguera, en el mitin de Convergència en Barcelona.

Puigdemont, Calçada, Homs, Tarrida, Mas y Clavaguera, en el mitin de Convergència en Barcelona. / periodico

JOAN TAPIA

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Arriola dice que Mariano salió vivo del debate. Acierta y además se defendió en economía aunque naufragó en corrupción y calidad democrática. Pero al ningunear, como desde hace años, el pequeño asunto catalán (nada menos que el 19% del PIB) volvió a mostrar miopía aguda. Llegará primero -dicen unánimes las encuestas- pero cuesta creer que el país pueda ser gobernando por un presidente aislado y el apoyo de 125 diputados. Y eso en el supuesto que algunos medios jalean del asesinato de Pedro Sánchez (que el miércoles en 'Desayunos de TVE' hacía buena cara) y de una difícil abstención del PSOE en la investidura. ¿Se puede gobernar desde la derecha contra un bloque de izquierdas -desunido eso sí- de unos 170 diputados más ERC, CDC y PNV?

Tampoco veo probable -haya o no 'sorpasso'- un gobierno de izquierdas. Y me cuesta creer que el PP, o Podemos, se abstuvieran ahora si Sánchez y Rivera rehicieran su pacto. El peor gobierno es el que no existe por lo que espero que no se repitan elecciones. Pero que formar gobierno en España sea un via crucis se debe en buena parte al eclipse del catalanismo. Mejor dicho, al relevo del catalanismo por el independentismo. El catalanismo de Pujol y Roca dio estabilidad a Adolfo Suarez y a Felipe González. Y el de Pujol (sin Roca) a Aznar. Luego el de Carod-Rovira a Zapatero. Y el rescate del 2010 fue evitado por el apoyo (abstención mediante) de Mas y Duran al plan de ajuste de Elena Salgado. En gran parte la democracia ha funcionado con la muleta del catalanismo. Y ahora sería todo más fácil si los 17 diputados de CDC y ERC hicieran de bisagra como antes. Ahora no quieren sino que apuestan por irse de España. Mientras España es cada día mas ingobernable.

Se diría que la ingobernabilidad catalana -que dura desde que Mas anticipó elecciones en el 2012 en busca de que el 70% de los catalanes le siguiera y se hiciera separatista- se ha acabado trasladando a la meseta. Algunos creen que una España en crisis es el marco conveniente para la separación. ¿Seguro? El “cuanto peor, mejor”, acostumbra a ser estéril.

Y el separatismo tampoco le ha sentado bien a Catalunya. La conversión del 70% con la que soñaba el profeta Mas se quedó en el 47,8% después de una poco edificante actuación de la derecha española, de la cobardía del PSOE, de mucho teatro y de rumbosas subvenciones de la Generalitat. El 47,8% cayó al 31% el 20-D y la encuesta de EL PERIÓDICO lo reduce aún mas (hasta el 27,1%) el próximo 26-J. En elecciones autonómicas, el porcentaje sería mayor pero las elecciones españolas también existen y los votantes son tan catalanes como en las catalanas.

Claro, nos podemos pasar la vida buscando el 51% en la ruleta pero me temo que no es lo mas racional y conveniente. ¿Puede lograr la independencia una mitad de Catalunya contra la otra mitad, con España en contra y con Europa mirando con desconfianza, salvo que hubiera genocidido como en Kosovo?

Estos días además la mayoría independentista ha saltado por los aires a ritmo de Anna Gabriel. Es culpa de los 'malos' de la CUP, asegura Francesc Homs. Pero, ¿quién los escogió y prefirió? Y el nada sospechoso Jordi Sànchez, presidente de la ANC, acaba de declarar -levantando acta notarial- que la sacrosanta hoja de ruta de 18 meses se ha agotado en los 6 primeros.  

La derecha española metió la pata hasta el fondo al cargarse el Estatut pretendiendo asesinar a Zapatero. Catalunya reaccionó mal y se ha hecho medio independentista y medio ingobernable. Y esta segunda y contagiosa enfermedad llega ahora a Madrid. Como aconseja Rivera, alguien tendría que reflexionar. No solo Mariano.