Al castrismo no se le derrota con la CIA

ABEL GILBERT

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Puede ser un día histórico y quizá sea recordado como el punto de inflexión en la disputa cubano-estadounidense. Los vínculos entre EEUU y la isla quedaron atrapados en la lógica política de la Guerra Fría. Un cuarto de siglo después del derrumbe del Muro de Berlín se conoce el gesto recíproco más promisorio.

Buena parte del mundo espera que el intercambio de prisioneros, los avances en materia económica y el diálogo al más alto nivel conduzcan finalmente al levantamiento del embargo comercial, vigente desde 1962, y al restablecimiento pleno de las relaciones diplomáticas. Ese es el anhelo inmediatamente expresado por la región latinoamericana y de la parte menos beligerante del exilio cubano. "Parecía que no íbamos a ver el levantamiento del bloqueo…", dijo durante la cumbre de países del Mercosur la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

A pesar el sigilo y los dichos a medias que han signado estos vínculos, las partes no se privaron esta vez de subrayar la trascendencia de los pasos dados. En adelante, si es que nada se interpone en el camino, solo cabría esperar nuevas medidas para generar confianza entre los dos países.

Las señales no llegan en cualquier momento de esta historia de enemistad. La sensación de urgencia, aunque en escalas diferentes, es compartida a uno y otro lado de la corriente del Golfo que separa a los dos viejos enemigos. La caída del precio del petróleo y la crisis que esto provoca en Venezuela y Rusia, dos aliados de La Habana, obligan al castrismo a imaginar con mayor premura horizontes que reemplacen a estos proveedores. Todo el programa de reformas pende de un hilo. De otro lado, los empresarios norteamericanos están mirando, como simples testigos, cómo se reconvierte la economía cubana.

Anticastrismo recalcitrante

En los últimos meses, The New York Times repitió el reclamo al Departamento de Estado: se necesita avanzar en la era del pragmatismo. "Washington podría empoderar el campo reformista al facilitar que los empresarios cubanos obtengan financiamiento externo y formación empresarial", dijo. Para el diario, "es poco probable que esa estrategia sea exitosa, a menos que Estados Unidos abandone su política de cambio de régimen. A pesar de que la transformación económica de Cuba está avanzando lentamente, bien podría conducir a una sociedad más abierta".

El sector más recalcitrante del anticastrismo ha reaccionado del modo contrario. El tema cubano se mete además en la política interna del partido republicano. El senador Marco Rubio dejó entrever su inconformidad con los anuncios. Jeb Bush se verá obligado a pronunciarse en su camino incierto a la presidencia. Pero no todos comparten esa aversión de décadas. Aunque de modo menos estridente, empieza a ser cada vez más compartida en EEUU la idea de que al castrismo, remozado desde que Raúl Castro se hizo con el poder y puso en marcha reformas que nadie habría imaginado con Fidel al mando, no se lo derrota con la CIA sino con la SEARS, la famosa cadena comercial.