Caridad digital

El mecanismo emocional apela a nuestra generosidad por encima de modos más racionales y efectivos de ayudar

Nadia Nerea y su madre, el pasado 24 de noviemrbe den Organyà.

Nadia Nerea y su madre, el pasado 24 de noviemrbe den Organyà. / periodico

EMMA RIVEROLA

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Nadia Nerea nació con una enfermedad de las llamadas raras enfermedad . A la desgracia, su padre quiso sacarle rédito y se sumergió en una dinámica pedigüeña que alcanzó dimensiones colosales al ser difundida por las redes y algunos medios de comunicación. Dejando de lado el debate sobre la responsabilidad periodística del caso (que la tiene, y mucha, y sobra sonrojo para todos), el asunto desnuda la propia naturaleza humana.

Un padre que unió su experiencia en estafasestafas, el dolor por la enfermedad de su hija y el amor que sentía por ella y creó una maquinaria perversa de recaudación. La caridad fue la gasolina que alimentó el motor.

El relato era perfecto. Una niña adorable. Una enfermedad incurable. Unos padres desesperados. Con un solo clic, contribuíamos a difundir la historia. ¡Qué fácil! Con un leve esfuerzo más, destinábamos unos euros al milagro. Entonces, la gratificación moral era mucho mayor.

COMPROMISO POLÍTICO

Para colaborar con una causa, resulta imprescindible identificarnos con la víctima. Si una mirada nos atrapa, es muy difícil escapar de lo que sentimos como una obligación. Ese es el mecanismo emocional que apela a nuestra generosidad, pese a que, de un modo racional, habría modos más efectivos de apoyar a Nadia. Para empezar, votando a quienes creen en la sanidad pública y defienden las ayudas a la dependencia. Pero eso no es caridad digital, es compromiso político. Y quizá no es tan fácil ni tan inmediato ni tan limpio ni tan vistoso.