Casilla de salida

Francesc Vallès, profesor de derecho constitucional de la UAB

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Vamos a unas nuevas elecciones. Inevitable. Pero que nadie se confunda: no estamos ante una segunda vuelta del 20-N. Hoy se abre un escenario completamente nuevo. Porque aunque parezca que no ha pasado nada, lo cierto es que han pasado muchas cosas desde entonces. Cosas que no habíamos visto en lo que llevamos de nuestra reciente historia democrática.Y los ciudadanos han tomado muy buena nota.

En nuestro sistema parlamentario los ciudadanos no votan pactos, acuerdos o gobiernos de coalición. Votan a partidos políticos para elegir a sus representantes. Y los ciudadanos, cuando van a votar, quieren que ganen los suyos. Que ganen y que gobiernen. Otra cosa es que puedan tener mayor o menor simpatía por uno u otro acuerdo postelectoral si los “suyos” no consiguen gobernar solos.

Por eso no hay que olvidar que es a los partidos y no a los ciudadanos a quienes corresponde gestionar los resultados obtenidos y su complejidad. Ahí está la base de nuestro sistema de democracia representativa: hemos decidido trasladar a nuestros representantes la responsabilidad de la gestión de lo público. Cuando ejercemos nuestro derecho al voto nos estamos desentendiendo también de nuestra parte “alícuota” de responsabilidad en la gestión de lo público y del interés general.

Los ciudadanos gestionamos nuestras propias vidas, nuestros asuntos, nuestras familias, nuestros problemas, nuestras empresas, nuestros proyectos y nuestras expectativas, pero hemos decidido trasladar a nuestros representantes políticos la gestión diaria de los asuntos públicos: la ordenación de la convivencia y la delimitación de las reglas de juego.

Eso no quiere decir que los ciudadanos desaparezcan de la vida pública ¡Al contrario! Los ciudadanos están cada día más comprometidos con los asuntos públicos. El acceso a la información y la democratización de las nuevas tecnologías han facilitado que los ciudadanos sean cada vez más rigurosos y exigentes con sus representantes. Pero el proceso electoral conlleva,inevitablemente, el traslado de la responsabilidad de la gestión pública, siempre de acuerdo a unos compromisos, valores y programas. Ese es el acuerdo.

De ahí que lo importante para los ciudadanos no es saber con quién se quiere gobernar, sino qué es lo que se quiere hacer.Se equivocarán aquellos que queriendo interpretar lo sucedido hasta ahora, enfoquen este nuevo proceso anunciando futuros pactos postelectorales o renegando de los que pudieran haber sido. Lo relevante, lo fundamental, consiste en exponer con claridad un proyecto de presente y de futuro. Con franqueza. Con realismo. Con pragmatismo y sin engaños. Siendo fieles a sus propios principios y valores. Siendogenuinos y desacomplejados. Los ciudadanos quieren autenticidad, rigor y compromiso (doy por asumida la honestidad, la cualificación y la dignidad).

No se puede intentar engañar a los ciudadanos. Ni hacerles corresponsables de lo sucedido. Ni insinuar que se equivocaron votando. Porque si de algo están hartos los ciudadanos, no es de ir a votar, sino detacticismos estériles, de proclamas enlatadas vacías de contenido y de codazos y miradas de reojo. Las gesticulaciones para disimular las propias incompetencias, tarde o temprano, se acaban pagando.

Se abre un nuevo tiempo. Un tiempo para que nuestros representantes demuestren que saben interpretar la crudeza y la complejidad de nuestra realidad. Y para que asuman su verdadero cometido, que no es otro que el de gestionar este país. Quien lo haga, ganará. Ganará en respeto y en confianza. Y por supuesto, en votos. Sin segundas vueltas.