SECTOR ESTRATÉGICO

Cartones rebozados

Seguimos con la creencia de que el turismo es más una industria que servicio y conocimiento

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JOSEP MARIA FONALLERAS

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Parece que en determinados hoteles de la Costa Brava, en aquella época en que todo valía, ofrecían, con la tarifa de media pensión, una peculiar carne rebozada que consistía en una sabrosa envoltura (el rebozado, frito a conciencia) y en un interior que contenía no carne sino un fragmento de cartón, bastante voluminoso para que no pareciera solo pan tostado y suficientemente delgado para que se pudiera tragar sin problemas. Me han asegurado que el rumor es cierto y que, del mismo modo que aquello no era carne, también se puede afirmar que no hay constancia de que ningún turista se quejara del producto ni que, por supuesto, hubieran de ingresar a nadie a causa de una digestión tan pesada.

En la época en que todo valía, dice el rumor que algunos hoteles de la Costa Brava ofrecían carne rebozada con un fragmento de cartón en lugar de la carne

Hablo de una época en la que todo valía. Como si fuera un tiempo periclitado. Era aquel tiempo en que, si eras del país, te vendían entradas de sombra a precio de sol (las de sombra eran, por supuesto, mucho más caras), mientras que los turistas pagaban religiosamente las localidades, tanto de sol como de sombra. Total, para irse del espectáculo a medias, asombrados y sobrecogidos ante el espectáculo de la muerte y destrucción de aquel pobre animal o de los caballos de los hermanos Peralta.

No es un tiempo pasado. No hay cartones rebozados, pero el trato que hemos tenido y tenemos con los turistas forma parte de una peculiar manera de hacer que consiste en creernos de verdad que la industria turística es más una industria que un servicio, en el sentido que tratamos el material (el turista) con la misma sensibilidad que tendríamos a la hora de fabricar componentes para el automóvil.

Apasionarse y querer compartirlo

Ha habido excepciones, claro, como la idea civilizada que preside, por ejemplo, la construcción del Almadraba Park Hotel, en Roses, fruto del espíritu emprendedor y visionario de Josep Mercader. O como mi padre, si es que me permiten una evocación familiar. Fue uno de los primeros guías turísticos del país. Aplicaba a su trabajo un grado de profesionalidad que estaba íntimamente relacionado con el amor que sentía por su ciudad. Enseñaba Girona (cuando Girona no era ese hipotético paraíso que parece que nos hemos empeñado en construir) con la convicción de que la cultura era un mecanismo que humanizaba la visita y la hacía cercana, una experiencia singular. Enseñar significaba apasionarse por lo tuyo y querer compartirlo para que los demás lo vivieran con igual intensidad.

Siempre ha habido excepciones como estas, pioneros que entendieron el turismo como conocimiento y no solo como negocio. En general, sin embargo, la tendencia ha sido la inversa. Paellas putrefactas, sangrías sangrientas, patatas fritas bañadas en aceite, flamenco de baja estofa, alcohol barato, cervezas en recipientes pantagruélicos, hoteles y apartamentos que parecen una checa...

Turismo de 'sex, sun and sand'

Las circunstancias que vivimos en el mes de agosto han abierto un paréntesis luctuoso en la necesaria reflexión sobre el turismo. Pero el asunto está sobre la mesa y se debe afrontar. La renovación de la Rambla como espacio ciudadano –y el encargo municipal a alguien tan cuerdo como Itziar González– va en esta línea. Procedemos de una historia que va de la destrucción del litoral y de las marcas de identidad a la convicción de que todo valía: empezando por el cartón rebozado y terminando con los toros.

Venimos de una historia que va de la destrucción del litoral y de las marcas de identidad a la convicción de que todo valía

Es cierto que se han hecho esfuerzos notables para enderezarla. Y que los patronatos de turismo ofrecen alternativas dignísimas. Y es cierto que no todo el turismo consiste en curtirse al sol, emborracharse y practicar sexo de forma desaforada. Sería tan injusto afirmar hoy esto como no mirar atrás y reconocer que el concepto de turismo que nos ha marcado es el de 'sun, sex and sand'. Aún ahora, si te paras ante el escaparate de una agencia de viajes en un país europeo, puedes comprobar que es más económico volar hasta Birmingham, adquirir allí un paquete con todo incluido y volver a casa a pasar las vacaciones que coger el coche e ir directamente con la familia a, por ejemplo, Lloret de Mar.

Muchos de los esfuerzos de los que piensan sobre el turismo (el fenómeno, la incidencia en el PIB, las alternativas de futuro) se concentran en buena parte en rehacer los desgarros que los años 60 y 70 provocaron en una tela que entonces era delicada, una seda virgen. Basta mirar con ojos críticos el espléndido volumen de postales de aquellos años (ingenuas, pero tan cargadas de sentido) que el fotógrafo Jordi Puig ha recogido en un libro. Cartones rebozados, puede que no, pero sí un país de cartón-piedra.