Ideas

Cartas para recordar

JORDI PUNTÍ

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En 1940, cuando tenía 14 años, el niño Fidel Castro escribió una carta a Franklin Roosevelt, recién elegido presidente de los EEUU. En un inglés básico, Fidel le pedía un billete de 10 dólares, «porque no he visto nunca ninguno y me gustaría tener uno». Al final de la carta también le decía que, si quería hierro para hacer barcos, él le mostraría donde había las minas más grandes de la tierra, en Cuba. La oficina de Roosevelt le envió una respuesta formal y sin el billete, pero ¿y si se lo hubieran mandado? ¿Quizá Castro, admirado, habría emigrado siguiendo la vía del dólar, en lugar de dirigir la revolución?

Una carta es una anécdota, un instante en el tiempo, pero a menudo también es una ventana biográfica ante toda una historia. Eso es lo que se desprende de las 125 cartas que, como la de Fidel Castro, aparecen en el libro Letters of Note, publicado en inglés. La edición es de Shaun Usher, que desde hace años rastrea archivos y cuelga los hallazgos en su blog. Casi todas las cartas se publican con el facsímil del original, lo que te hace sentir un cotilla, y acompañadas de una explicación del contexto histórico. El repertorio es tan amplio y entretenido que el libro no parece terminar nunca, como un buzón sin fondo.

Las cartas son un muestrario de los sentimientos y del carácter humano a lo largo de los siglos: hay cartas de amor y de odio, alegres y trágicas, antiguas y recientes, anónimas y de famosos. Ghandi escribe a Hitler para pedirle que pare la guerra. En Nueva York, en 1874, una madre escribe una carta que acompaña a un bebé que abandona a la puerta del orfanato. En 1615, en Japón, la esposa de un samurái en la guerra le escribe para decirle que le esperara siempre. El director de las sopas Campbell escribe a Andy Warhol agradeciéndole la publicidad y le manda dos cajas de sopa. Einstein responde a una admiradora que le pregunta si los científicos rezan. Un niño escribe a Frank Lloyd Wright para que proyecte una casita para su perro (lo hizo). En la era del email y el ebook, esta antología de cartas es un anacronismo fascinante.