El proceso soberanista

Carta a un amigo independentista

No fue muy inteligente autopresionarse con el 9-N frente a un Gobierno ciego ante la realidad catalana

Carta a un amigo independentista_MEDIA_1

Carta a un amigo independentista_MEDIA_1

JORDI MERCADER

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Amigo, hace meses que no hablamos de lo nuestro. La última vez fue poco antes de los comicios europeos. «Estas serán las últimas elecciones que celebramos con el conjunto de los españoles», dijiste de forma lapidaria. Desde que nos conocimos fuimos conscientes de nuestra coincidencia en la militancia soberanista pero también de la diferencia respecto de la mejor fórmula para Catalunya; tú quieres ir directo a la independencia y yo me inclino por probar antes en la estación del federalismo. Luego fui comprobando tu pragmatismo y la predilección por el consenso, y por eso me sorprendió la contundencia exhibida aquella noche en la defensa de un proceso imaginado a partir de una consulta improbable, según parece.

En aquella cena de antiguos cargos institucionales derrochaste optimismo. ¿Recuerdas? Ninguno de los convergentes te apoyó en tus tesis frente al pequeño núcleo del soberanismo federal que formamos con el colega de IC. La discrepancia no estaba en las razones objetivas de la reivindicación catalana sino en la dificultad, en la inviabilidad implícita del proceso elegido. Lo defendiste a ultranza en una mesa claramente adversa; para alegría de los federalistas, muy acostumbrados a ser minoría. A lo mejor fue tu soledad o la sensación de acoso lo que te hizo argumentar con una contundencia exquisita en la forma pero inapelable en el fondo, con el énfasis (y la exageración) del brillante polemista que eres. Un muro invisible tomó forma al adueñarse de la discusión el vosotros y el nosotros. Saltaron las alarmas, retrocedimos todos y la paz reinó de nuevo.

De aquel episodio no me inquietó la firmeza de tu argumentación sobre las virtudes de la independencia; me confundió que en la intimidad de La Contrasenya sustituyeras tu habitual voluntad de conciliación por la retórica del entusiasmo por una consulta de celebración inexorable y su supuesta e inapelable eficacia, como defienden en público, aún hoy, los impulsores. Como si de una profecía se tratara. En privado, ya sabes, no todos son tan creyentes y abren un resquicio al realismo. Creo que ahí, en la hábil creación del hecho inevitable, radica el peligro. Ninguno de los promotores podrá aducir nunca que no fue consciente desde el primer día de que la consulta y su pregunta no podían prosperar; entonces, ¿por qué la insistencia en edificar un castillo en el aire de tal magnitud? Quizá deberíamos esperar a que todo se cumpla para hablarlo con más calma, pero ¿sigues creyendo que la vía elegida es la mejor?

El ejercicio de soberanía de naciones como la nuestra suele seguir bien el camino del acuerdo con la otra parte afectada o bien el de la declaración de beligerancia para buscar el reconocimiento como sujeto internacional. Aquí se optó por una tercera vía: ni pacto ni beligerancia, sino una construcción política de creatividad fantasiosa sustentada en el choque verbal de legitimidades, entre la eficacia de la voluntad de millones de catalanes (pero no de todo un pueblo, seamos sinceros) y la fuerza de la legalidad democrática. Madrid no ha querido ni negociar ni tan solo escuchar, me dirás; y tienes razón; pero eso ya lo sabíamos hace dos años. Creándonos una urgencia se ha querido obviar una evidencia: el viraje político del Estado en una cuestión como esta necesita tiempo y pasa, indudablemente, por la reforma en profundidad de la Constitución. Esta tercera vía nos puede conducir a la Padania, amigo; lo sabes y eres demasiado serio para no ver los peligros de un ridículo internacional, como lo ven el president Mas y Junqueras, sin duda. Pero entiendo que ahora el trámite debe seguirse fielmente para que cada uno se arme adecuadamente para las próximas elecciones.

Nadie va a enterrar sus convicciones por un fracaso ni va a abandonar la reivindicación del ejercicio de la soberanía, ni ninguno va a olvidar el maltrato fiscal administrado por el Estado, pero no podemos descartar que esta experiencia pase factura en términos de radicalización por decepción aguda de los más entusiastas. Si esto fuera así, habríamos vivido un bienio negro para la causa nacional, con unas consecuencias sociales y políticas que cada uno deberá afrontar desde las responsabilidades asumidas. No solo los impulsores del intento, ERC y CiU, por supuesto, también los opositores, los detractores y los escépticos como yo. Sí, claro, mis amigos socialistas deberán cargar con su parte de culpa. Supongo que si el PSC hubiera permanecido en el grupo defensor del derecho a decidir como mandaba su tradición habría podido evitar, o al menos matizar, algunos de los errores del proceso exprés, quizá. En todo caso, estarás de acuerdo en que autopresionarse con una fecha tan cercana frente a un Gobierno como el del PP, monolítico, mayoritario y ciego en cuanto a la realidad catalana, no fue muy inteligente.

Un abrazo.