Carrera de obstáculos

Ahora que van cayendo los aniversarios de las mejores iniciativas de los años 70, y con ellos los reconocimientos, es justo recordar que ninguna tuvo fáciles los primeros pasos. Los jóvenes de aquella época, por supuesto que irreverentes e iconoclastas, representaban un peligro para una cultura avezada a la semiclandestinidad y a la hegemonía de los marxistas, a menudo de salón pero no por eso menos aferrados a los mangos de las sartenes de la otra cara de la dictadura. Por otro lado, y este debate tendría que ser crucial también en nuestros días, los instalados suelen procurar mantener a los emergentes bajo mínimos.

Ahora bien, si los comienzos son así, y tantas empresas que habrían podido triunfar caían y caen por falta de apoyos o de oportunidades, Barcelona cuenta con algunos casos singulares, muy pocos, de persistencia y de éxito a pesar de la sistemática y permanente hostilidad del entorno institucional y de la digamos competencia, aunque en el fondo no tienen y es lo que duele.

El Taller de Músics, que acaba de clausurar las celebraciones del 35º aniversario, no es el único caso, pero sí el más paradigmático, de tenacidad y de resistencia contra unas adversidades a menudo programadas.

Por lo que sé, y llevo decenios dedicándome a observar estas cosas, el Taller de Músics ostenta el récord catalán de palos en las ruedas. 35 años de carrera permanente de obstáculos son muchos, y todavía no se han acabado, porque mientras otros, que no innovan ni aportan capitalidad musical, han recibido todo tipo de apoyos, esta escuela de música ha tenido que sobrevivir gracias al éxito de sus propuestas y a la fidelidad de los que creen y confían en él, empezando por los propios profesores y alumnos.

Más allá de las personas, sobre todo de una, Lluís Cabrera, su fundador, el éxito del Taller de Músics es del planteamiento, de una idea tan sencilla y fructífera como el arraigo y la hibridación de las expresiones musicales más profundas.