Dos miradas

Carne de cañon

El auto del juez Llarena considera legítimo «el apoyo de los ciudadanos a una idea de independencia», pero ve a la ciudadanía como simple carne de cañón del régimen criminal que describe

Vista nocturna de la manifestación.

Vista nocturna de la manifestación. / periodico

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Una de las hipótesis factibles es pensar que el Estado decidió, en un momento determinado, alargar la cuerda del procés y que ha esperado al instante adecuado para tensarla, con una furia pensada y planificada, para poder configurar un homogéneo relato de los hechos que se aviniera al deseo de demostrar una dilatada confabulación. Tanto las querellas de la fiscalía como los autos de los jueces se afanan por la narración maquiavélica, en el sentido de que han esperado a escribir la historia hasta que han tenido una composición formal que se basa, de manera especial, en lo que el juez Llarena llama «el violento germen que arriesgaba expandirse». Para entendernos, la movilización ciudadana.

Aunque «los ciudadanos congregados actuaron únicamente impulsados por su convencimiento ideológico, firmemente comprometidos en evitar cualquier tipo de agresión», resulta que era el arma de destrucción masiva del procés. Las «murallas humanas» eran «la espoleta de una eventual explosión social» y se usaron como «violencia coactiva». El alzamiento no fue violento, pero podía haberlo sido, «por más que resulta evidente que el civismo acompañó a decenas de miles de ciudadanos». Llevaba tiempo sin leer un argumento tan inconsecuente, tan deshilachado. 

El auto considera legítimo «el apoyo de los ciudadanos a una idea de independencia» (¡aún nos salvamos!), pero ve a la ciudadanía como simple carne de cañón del régimen criminal que describe.