Pequeño observatorio

Un caradura entre pobres

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Me parece que en mi barrio hay más mendigos que hace uno o dos años. No sé qué pasa en el resto del Eixample Esquerra. No tengo una solvente experiencia sobre la mendicidad en los barrios que llamamos más ricos. Pero tengo la impresión de que en aquellas zonas se ven pocos, por no decir ninguno.

¿Quizá porque estas personas sin recursos piensan -y supongo que aciertan- que los mejores lugares para pedir caridad son aquellos en los que circula más gente?

A estos conciudadanos los llamaré pobres, como es habitual. Porque el supuesto sinónimo de pedigüeño, me parece que se limita al acto de pedir, mientras que si hablamos de un pobre aludimos a un hecho social. Un pedigüeño puede ser una persona acomodada que no deja de pedir privilegios y favores.

Cervantes y el 'Quijote'

Sobre la pobreza se han escrito algunos textos lamentables, como el de Cervantes en el 'Quijote', si no me equivoco: «El pobre honrado, si es que puede ser honrado el pobre...». Y otra frase que insiste en esta cuestión: «Hombre de bien, si es que este titulo se puede dar a lo pobre...».

De todos modos, la afirmación de que me estremece más es esta: «Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de Dios». Confío en que los pobres que encuentro a mi paso cuando camino por Barcelona no hayan leído las Bienaventuranzas de San Lucas.

Quizá es necesario hacer una distinción. Hay quienes han caído desgraciadamente en una pobreza real, a veces en una miseria angustiosa, y los 'estafadores de la caridad', si se les puede llamar así.

Siempre recordaré aquel nuevo caradura que, medio tumbado en una acera de la calle de Tuset, vistiendo un polo impecable, pedía dinero para poder coger un tren. Al tercer día de verlo en el mismo lugar, siempre estirado de forma apática en el suelo, fumando un cigarrillo, le pregunté qué tren tenía que coger, porque no había ninguna estación cerca.

La explicación que me dio: enviarme a la cara el humo de su cigarrillo.