Gente corriente

«La cara no siempre es el espejo del alma»

El cirujano maxilofacial Artur Díaz Carandell trata de devolver la sonrisa a rostros a los que un trauma dañó.

«La cara no siempre es el espejo del alma»_MEDIA_1

«La cara no siempre es el espejo del alma»_MEDIA_1

CARME ESCALES

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Como hilos de marioneta, sutiles conexiones unen expresión facial y verbal con emociones, en ese espacio, la cara, capaz de revelar qué sentimos, ansiamos o detestamos. Así es como una sonrisa, mirada o beso dibujan vínculos entre personas. La palabra, también. Cuando una enfermedad, accidente o parálisis facial apaga la expresión, inmovilizando a las marionetas, manos como las de este cirujano asumen el bellísimo reto de reanimar las funciones emotivas con las que mostrarnos al mundo. Artur Díaz Carandell (Barcelona, 1972) hace 15 años que hilvana en esa digna misión de la medicina.

-¿Por qué quiso ser cirujano maxilofacial? Sentí que era el mayor reto que podía asumir. La cara es la expresión de la persona, su tarjeta de visita. Muestra qué sientes por alguien. No siempre es el espejo del alma, que a veces, no se quiere, o no se puede mostrar.

-En ese desafío de operar para sanar o salvar -extrayendo un tumor, por ejemplo-, reconstruir o reanimar, ¿qué es lo más difícil? En reconstrucción facial, labios y párpados, dos estructuras con una función y anatomía muy específicas. La cirugía en la parálisis facial también es muy exigente, el resultado bueno difiere mucho del excelente. Además, habitualmente se ve afectado solo un lado y, el otro, referente, te pide el 100%.

-¿Se ayudan mucho de la tecnología? Sí, en los últimos diez años, software de simulaciones quirúrgicas en asimetrías faciales, por ejemplo, ayudan mucho. A partir de una foto digitalizada del paciente, la imagen especular nos indica la máxima exactitud del objetivo a lograr. Antes de operar, ya hemos visto en pantalla la intervención completa y las guías a seguir.

-¿Cuáles son los momentos clave desde que una persona debe ser intervenida? Hay tres: cuando conoces al paciente, estudias su caso e interactúas con él; la intervención quirúrgica, y el posoperatorio.

-En medicina, la esperanza lidia con diagnósticos críticamente delicados, ¿cuál es la mejor manera de dar una mala noticia? Hacerlo con tranquilidad y esperanza. Es un error no darla. La medicina es evidencia científica, pero si no hay muchas posibilidades de que algo vaya bien, es que alguna sí hay. El paciente graba en su memoria el día y la hora exacta en los que le das aquella noticia que tiene tanto peso en su vida. Cada vez hay más gente que quiere saber.

-¿Cómo evita que le impacte el dolor físico que llega a urgencias -en su caso en el Hospital Parc Taulí de Sabadell-, o el emocional, la pena ante ciertos diagnósticos? La compasión es enemiga de la medicina. Sí, debes sentir es mucha empatía con el paciente, pero eres su ayuda y lo mejor que le puedes dar es esperanza, una sonrisa y optimismo. Te concentras en todas las posibilidades de curación y mejora. Ese micromundo de acción que tenemos en nuestras manos supera con creces el macromundo de dolor al que nos enfrentamos.

-Es miembro del comité editorial del Plastic Surgery Educational Network, forma a residentes de cirugía plástica en EEUU y revisa artículos que aspiran a aparecer en la revista más prestigiosa de su especialidad, la Plastic and Reconstructive Surgery. ¿Quién es su gran referente? Eduardo Rodríguez es actualmente referente en reconstrucción facial a nivel mundial, por sus resultados y novedades introducidas. Verlo trabajar en Nueva York me ayudó a entender por qué es considerado el mejor. Es metódico, muy perseverante y posee una gran habilidad quirúrgica.

-¿Qué cambia al trabajar, en privado, para pacientes que piden un cambio estético? En mí, nada; cambian las expectativas del paciente. Hay quien pide los pómulos de George Clooney, la nariz de Robert Redford y la sonrisa de Brad Pitt, todo. Entonces es cuando yo digo: yo no le opero.