DOS MIRADAS

Triste y sabio

Capri ha crecido en nuestro imaginario como un personaje que retrataba el absurdo del mundo y nos ofrecía la solución para superar el asco

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JOSEP MARIA FONALLERAS

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Lo escribió hace unos días Jordi Galves: "Su humor tiene un poderoso regusto de tristeza". Lo explica también Marcos Ordóñez, que nos ha ofrecido retratos precisos de esta vertiente oscura del humorista. Cuando era joven, Marcos quiso hacer una entrevista a CapriCapri, amigo de su padre, y la primera pregunta fue qué recordaba del gran cómico Alady, que había muerto hacía poco. Capri, al oír el nombre de su colega, a quien había asistido hasta el final, bramó como un niño.

La segunda pregunta no existió nunca. Marcos lo evoca también lloroso en la Sociedad de Autores, unos años después. Al entrar, "vestido como un personaje de Gogol", se topa con el delegado, el compositor Jaume Mestres, y de golpe estalla el llanto: "La vida es un asco, Mestres, la vida es un asco".

ACTITUD HIERÁTICA Y DESENGAÑO

Con los años, hoy que se cumplen cien de su nacimiento, la figura de Joan Camprubí, el Capri que encarnó al hombre "humilde, escéptico y sentimental", ha crecido en nuestro imaginario como un personaje que no solo retrataba el absurdo del mundo -desde su esencia radicalmente barcelonesa- sino que nos ofrecía la solución para superar el mal trago del asco. No una actitud heroica sino hierática. No el arrebato sino el desengaño.

En uno de sus monólogos, 'El suïcida' (1968), describe la actitud más adecuada ante la posibilidad de acabar con todo: "Nosotros quietos, esta es nuestra posición". No la grandilocuencia sino el humor. Triste y sabio.

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