Dos miradas

Caos y Catalunya

Pensar que la victoria de Trump puede ser positiva para el proyecto de una Catalunya independiente llevaría al procés hacia un canto de sirena tóxico

Partidarios de Trump celebran la victoria en el Hilton Midtown neoyorquino.

Partidarios de Trump celebran la victoria en el Hilton Midtown neoyorquino.

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Entre las filas del soberanismo empieza a cuajar la idea de que la victoria de Donald Trump puede ser positiva para el proyecto de una Catalunya independiente. Los intelectuales orgánicos (o más o menos orgánicos) afirman que con Hillary Clinton era evidente la voluntad de mantenimiento del statu quo internacional y el rechazo a cualquier solución radical que rompiera la unidad de España. Con Trump, en cambio, se abren nuevas perspectivas. De esto se empieza a hablar. El previsible repliegue estadounidense, el menosprecio a la Unión Europea y a las instituciones y los pactos que limitan la toma de decisiones autónoma de los Estados Unidos, el elogio de soluciones como el 'brexit', la idea de que Trump es un antisistema, todo este embrollo, haría más fácil la posibilidad de una Catalunya independiente. Es, como se afirma, una «ventana de oportunidad».

El futuro de Catalunya, en este mundo tan trastornado, tiene tres opciones. O la difícil, muy difícil, vía de la independencia democrática, a partir de mecanismos escrupulosos con una voluntad popular clara y mayoritaria. O la reconducción de relaciones con España con una lenta, muy lenta (y también difícil), reforma constitucional. La tercera es el populismo. La tentación de pensar que da igual que el mundo se hunda en el caos mientras el caos nos beneficie. Si fuera así (y lo repito: se empieza a hablar de ello), el 'procés' derivaría hacia un canto de sirena tóxico. Quizá deslumbrante, pero mortal.