Canciones desde el dolor de la guerra

Sarah Connolly nos descubrió al compositor inglés Ivor Gurney junto a obras de Schubert, Schumann, Britten, Roussel y Turina en la Schubertiada de Vilabertran

rmassagueicult   la mesosoprano sarah connolly  durante el 150829200055

rmassagueicult la mesosoprano sarah connolly durante el 150829200055 / periodico

ROSA MASSAGUÉ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A la mesosoprano inglesa Sarah Connolly la conocemos por su repertorio de ópera antigua y barroca. Recordamos sus visitas al Liceu interpretando a Nerone en 'L'incoronazione di Poppea', de Claudio Monteverdi, o como protagonista de 'Agrippina', de Georg Friedrich Händel. Ahora ha cantado por primera vez --y esperemos que no sea la última-- en la Schubertíada de Vilabertran y lo ha hecho con un programa sorprendente por su variedad y por estar muy alejado de aquellos estilos con los que ha construido su carrera.

En el programa no faltaban ni Schubert ('Siete canciones de 'La mujer del lago' de Walter Scott,'op 52) ni Schumann ('Amor y vida de mujer') que ocuparon la primera parte. Las sorpresas mayores llegaron en la segunda con arias de Joaquín Turina y canciones de Albert Roussel, de Benjamin Britten y, ahi está el gran descubrimiento, de Ivor Gurney  (1890-1937) en quien vale la pena detenerse.

La elección de este compositor inglés, prácticamente desconocido a este lado del canal de la Mancha, es de agradecer precisamente por poner a nuestro alcance la obra de este músico, pero muy en particular, por hacerlo en medio del centenario de la primera guerra mundial (1914-1918). Así la interpretación de cuatro de sus canciones tenía un aire de homenaje.

Gurney fue soldado en aquella guerra donde resultó herido y gaseado. Acabado el conflicto, el joven músico pasó 15 años en sanatorios para enfermedades mentales y murió a los 47 años.

La llamada Gran Guerra en la que murieron 10 millones de personas y otros 20 millones resultaron heridos, se llevó por delante a muchos compositores. A Enrique Granados, que murió cuando un torpedo alemán hundió el barco en el que viajaba en 1916, o a jóvenes promesas como el inglés George Butterworth, fallecido a los 31 años, o el alemán Rudi Stephan muerto en 1915 a los 28 años, entre tantos.

A otros como a Gurney la muerte les alcanzó años después pero aquella catástrofe humana y moral que fue la contienda fue secando su inspiración.

Excepto la canción 'Sleep' ('Sueño') perteneciente a 'Five Elizabethans songs' ('Cinco canciones isabelinas'), las otras tres interpretadas por Connolly en Vilabertran fueron compuestas durante la guerra, sobre la guerra y con poemas de autores que también combatieron en la guerra. Uno de ellos, Francis Ledwige, autor del poema 'Desire in spring' ('Deseo en primavera'), perdió la vida en ella.

Tanto esta canción como 'In Flanders' ('En Flandes') están impregnadas de una gran nostalgia por la campiña inglesa, por las colinas de Costwold o de Malvern, por el sosiego y la serenidad de la vida en aquellos campos verdes y ondulados, opuesta a las tierras bajas y ensangrentadas del continente donde reinaba la muerte "ciega y sorda", la muerte que "no entiende nada", como reza la canción 'By a Bier-Side' ('Al lado de un féretro').

Connolly, muy bien acompañada al piano por Malcolm Martineau, dio una lección de gran musicalidad y elegancia en el canto con puntos superlativos en la célebre y tantas veces masacrada 'Ave Maria', de Schubert, y en las canciones de Schumann. Y lo que merece el mayor agradecimiento es el habernos hecho descubrir a un compositor cuyas canciones, buenas y sorprendentes, reflejan uno de los periodos más terribles de la historia europea.

Dorothea Röschmann y Elena Copons

En este desfile de grandes voces que ha sido este año la Schubertíada de Vilabertran, a la de Connolly siguió otra, la de Dorothea Röschmann, la soprano alemana que se ha labrado un nombre con papeles mozartianos. Schubert (Canciones de 'Wilhelm Meister') y Hugo Wolf (Mörike Lieder) se repartieron la primera parte. Mahler ocupó toda la segunda con canciones de 'Des Knaben Wunderhorn' y los 'Ruckert Lieder'.

Röschmann, acompañada también al piano por Malcolm Martineau, hizo gala de su potente voz y su perfecta afinación. Fue un gran recital, pero algunos echamos en falta la intimidad que acompaña a los recitales de 'lieder'.

Y para cerrar la edición de este año, el festival presentó al Schubert más coral con la soprano Elena Copons y el Cor de Cambra de la Diputación de Girona que dirige Pablo Larraz, acompañados todos al piano por Francisco Poyato. Del programa merece desatacar 'Mirjams Siegesgesang' ('El canto triunfal de Miriam'), una cantata escrita en 1828, el año de su muerte, en la que Schubert sumó su estilo más intimista con el de las grandes obras polifónicas del siglo anterior.